Primera lectura: Os 11,1b.3-4.8c-9:
Se me revuelve el corazón
Salmo: Interleccional Is 12:
“Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”
Segunda lectura: Ef 3,8-12.14-19:
Que Cristo habite en sus corazones por la fe
Evangelio: Jn 19,31-37:
Le traspasó el costado y salió sangre y agua
9ª Semana Ordinario SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
32 Fueron los soldados y quebraron las piernas a los dos crucificados con él.
33 Al llegar a Jesús, viendo que estaba muerto, no le quebraron las piernas;
34 sino que un soldado le abrió el costado con una lanza. En seguida brotó sangre y agua.
35 El que lo vio lo atestigua y su testimonio es verdadero; él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.
36 Esto sucedió de modo que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ni un hueso;
37 y otro pasaje de la Escritura dice: Mirarán al que ellos mismos atravesaron.
Según el evangelio de Juan, Jesús muere en el día de la pascua, cuando los corderos eran sacrificados en el Templo. Jesús muere en cuestión de horas, cuando lo normal es que los crucificados demoren hasta cuatro días en morir. La indicación de que brotó agua junto con la sangre del costado de Jesús es una referencia a Ezequiel 47, donde se anuncia que, en los tiempos mesiánicos, brotará una fuente de agua del costado del Templo que regará toda la tierra de Israel para volverla fértil. Previamente, en Juan 2,18-21, Jesús había afirmado que su cuerpo era verdadero Templo. ¿Es Jesús la fuente de vida que hace fértil nuestra acción pastoral en favor de los demás? En la Fiesta del Sagrado Corazón, además de los rezos y velas encendidas por devoción, necesitamos repensar esa teología del agua y de la sangre que nos invita a resignificar nuestro compromiso bautismal para que la vida cristiana no se quede en la esterilidad cultual, sino que crezca en la fecundidad de quien entrega su vida por amor.
“El amor a Dios no puede quedar reducido a amar al prójimo, ni el amor al prójimo significa que sea ya, en sí mismo, amor a Dios” (J. Pagola).