Primera lectura: Job 9,1-12.14-16:
El hombre no es justo frente a Dios
Salmo: 88:
“Llegue, Señor, hasta ti mi súplica”
Evangelio: Lc 9,57-62:
Te seguiré adonde vayas
26ª Semana Ordinario Ángeles Custodios
58 Jesús le contestó: Las zorras tienen madrigueras, las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
59 A otro le dijo: Sígueme. Le contestó: Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre.
60 Le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el reino de Dios.
61 Otro le dijo: Te seguiré, Señor, pero primero déjame despedirme de mi familia.
62 Jesús le dijo: El que ha puesto la mano en el arado y mira atrás no es apto para el reino de Dios.
Cuando Jesús decide emprender el camino que lo lleva a Jerusalén, lo hace con decisión y libertad. No se trata de un cambio de lugar sin más, sino más bien de enfrentar con valentía lo que le pide la geografía del Espíritu. Las dificultades para configurarse con la causa de este Maestro pueden ser muchas, pero todas superables con la confianza que él mismo manifiesta hacia su Dios Abbá (“Papito”). El primer paso que necesitamos dar es superar el miedo a la inestabilidad. La intemperie por la que opta Jesús ayuda a centrarse en un seguimiento sin pequeños refugios que demoren o estanquen el anuncio del Reino. En un segundo momento, Jesús invita a soltar seguridades que opacan las novedades del Reino. Y finalmente, quien compromete su corazón con la causa de Jesús debe estar dispuesto a trabajar en una fraternidad universal que supere lo inmediato o más fácil. Este evangelio nos lleva a pensar que la itinerancia, el pasado o los vínculos son puntos del discernimiento para tomar el pulso a nuestro seguimiento de Jesús.
“Seguir a Jesús. Esta decisión lo cambia todo. Es como empezar a vivir de manera diferente la fe, la vida y la realidad de cada día” (J. Pagola).