Primera lectura: Gál 3,22-29:
Todos son hijos de Dios por la fe
Salmo: 105:
El Señor se acuerda de su alianza eternamente
Evangelio: Lc 11,27-28:
Dichosos los que escuchan y cumplen la Palabra
27ª Semana Ordinario Nuestra Sra. de Aparecida Nuestra Sra. del Pilar
28 Él replicó: ¡Dichosos, más bien, los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!
Esta es una escena vibrante. Un momento que nos hace entender cuál era el vínculo de Jesús con sus seres queridos a partir de su opción por el Reino. La admiración que despertaba por tanto bien prodigado hace que la gente lo escuche con atención y admiración. En el pasaje de hoy, la mujer que grita es expresión de esa alegría popular. Jesús toma el halago y lo hace pasar como una invitación a la bienaventuranza. No hay exclusividad sino más bien la posibilidad de que todos y todas compartamos la alegría de engendrarlo en nuestro corazón. María, ciertamente, es parte de la bienaventuranza, pero su valor va más allá de la maternidad porque, escuchando y cumpliendo el querer de Dios, se convierte en discípula del Reino. Siendo así, la invitación es a conservar también en nosotros la Palabra de modo que hagamos posible la continuación del Reino predicado por Jesús. ¿Qué nos falta para hacer vida en nosotros la bienaventuranza de Jesús?
“Que en la creación entera se haga lo que tú quieres y no lo que desean los poderosos. Que veamos hecho realidad lo que tienes decidido en tu corazón de Padre” (J. Pagola).