Primera lectura: Prov 21,1-6.10-13:
Diversas sentencias
Salmo: 119:
“Guíame, Señor, por la senda de tus mandatos”
Evangelio: Lc 8,19-21:
“Mi madre y mis hermanos, los que cumplen la Palabra”
25ª Semana Ordinario Nuestra Señora de la Merced
20 Le avisaron: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
21 Él les replicó: Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.
Quien quiera entablar un diálogo abierto y sincero debe necesariamente capacitarse para la escucha. La puesta en práctica de la sinodalidad como proceso de resignificación de la misión de la Iglesia requiere de nuevas estructuras que permitan o posibiliten la participación de las mayorías. De lo contrario, será otro intento fallido de volver a lo esencial de nuestra fe en Jesús. Cuando hablamos de conversión y reforma, lo que se quiere evitar es la aplicación de un parche momentáneo. Pero para esto es necesario encaminarse hacia un modelo eclesial diferente. Es por la escucha que se pueden cultivar gestos significativos y coherentes. De otra manera, sólo repetiremos el pasado. Por esto, el ejercicio de escucha atenta de la Palabra necesita siempre de nuevas hermenéuticas donde confluyan también las muchas voces que componen nuestro mundo. Caso contrario, sólo tendremos una campana sonando y seremos cómplices del silenciamiento de tantos que no pueden alzar su voz. Escuchar la Palabra de Dios es escuchar a todo lo que en este mundo nos habla de Dios.
“María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por saber escuchar a Dios y guardar su Palabra en su corazón. María es Madre creyente” (J. Pagola).