Primera lectura: Job 3,1-3.11-17.20-23:
¿Por qué dio a luz a un desgraciado?
Salmo: 88:
“Llegue, Señor, hasta ti mi súplica”
Evangelio: Lc 9,51-56:
Decidió ir a Jerusalén
26ª Semana Ordinario Santa Teresa de Lisieux (1897)
52 y envió por delante unos mensajeros. Ellos fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle alojamiento.
53 Pero éstos no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
54 Al ver esto, Juan y Santiago, sus discípulos, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que caiga un rayo del cielo y acabe con ellos?
55 Él se volvió y los reprendió.
56 Y se fueron a otro pueblo.
El evangelista avisa al lector lo que representa para Jesús dirigirse hacia Jerusalén y nos permite comprender que tal decisión supone un abrazo total y generoso a ese plan que salva no solo a Jesús sino a cualquier persona que se arriesga a vivir la plenitud del amor. Siempre hay otras alternativas. Se podría haber tomado otro camino, demorar más la decisión, haber hecho incluso muchos más signos, curar todos los males del mundo, ganar más adeptos y ser más popular… Sin embargo, la decisión con la que Jesús afronta la propia suerte deja en evidencia la libertad y confianza con la que abraza el plan de Dios, pues lo que era sólo una intuición la transforma en verdadera opción. Por otra parte, cuando nos decidimos a cumplir la misión de Dios, incluso lo que parece límite o dificultad pasa a segundo plano. La libertad frente a las faltas o errores de los demás lleva a relativizar todo aquello que parece opacar el discernimiento de justicia y caridad.
“Jesús enseña a sus discípulos a ver en la misericordia el mejor camino para entrar en el reino de Dios” (J. Pagola).