Primera lectura: Números 11,25-29:
¡Ojalá todo el pueblo del Señor sea profeta!
Salmo: 19:
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón
Segunda lectura: Santiago 5,1-6:
La riqueza de ustedes está corrompida
Evangelio: Marcos 9,38-43.47-48:
El que no está contra ustedes, está a su favor
26º Ordinario Santos Miguel, Gabriel y Rafael
39 Jesús respondió: No se lo impidan. Aquel que haga un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí.
40 Quien no está contra nosotros, está a nuestro favor.
41 Quien les dé a beber un vaso de agua en atención a que ustedes son del Mesías les aseguro que no quedará sin recompensa.
42 Si alguien lleva a pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le atasen una piedra de molino en el cuello y lo arrojaran al mar.
43 Si tu mano te lleva a pecar, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida que con las dos manos ir a parar al infierno, al fuego inextinguible.
47 Si tu ojo te lleva a pecar, sácatelo. Más te vale entrar con un solo ojo en el reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al infierno,
48 donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
¿Cómo entender la universalidad del Reino predicado por Jesús? Para esta pregunta podemos encontrar diferentes respuestas. Se puede pensar en la predicación misionera que lleva el mensaje a cada rincón del planeta o en la bondad de Dios, que no pone condiciones para obrar en la vida de quien más lo necesita. Sea uno u otro el modo de entender la manifestación del Reino, queda claro que, para su concreción, es necesaria la reconciliación y la comunión no sólo en nuestros vínculos humanos sino en nuestro vínculo con el resto de la Creación.
El evangelio pone en evidencia la dificultad de la comunidad para aceptar a quienes sirven a Dios aun no pertenecen al grupo de discípulos de Jesús. Jesús, frente a esta resistencia, invita a la tolerancia y la apertura. Este conflicto suele también percibirse en algunas comunidades o movimientos que, recelosos de su apostolado, se preguntan hasta dónde se debe ser tolerante con quienes no pertencen a ellos o son miembros de otras Iglesias. Importante es la dificultad que tuvieron los discípulos al no haber podido expulsar un demonio y ahora se les plantea el problema de que otros sí pueden hacerlo usando el nombre de Jesús... Al final ¿quién tiene más poder o autoridad? ¿Los que están día a día con el Señor o los que, sin estarlo, logran hacer el bien por su fe en él? Jesús, al responder que «el que no está contra nosotros está con nosotros», abre las posibilidades a la bondad de Dios, que desborda los límites de lo eclesial siempre que sea por el bien de otros.
Así se revela la universalidad del Evangelio, que supone, a la vez, un enorme abanico de posibilidades y una inmensa riqueza no solo por los destinatarios de su Buena Noticia (todos y todas sin distinción) sino también por la diversidad de cuantos lo anuncian y están comprometidos con la misión. Esto ha de llevarnos a reconocer que no seremos los únicos protagonistas de la concreción del Reino. Y a implicarnos, en la medida de lo posible, en iniciativas o esfuerzos que muchos otros, en otros ámbitos, realizan a favor de la justicia, la paz y el cuidado de la Creación. El tiempo eclesial que vivimos nos invita a erradicar el clericalismo y a abrirnos a una realidad más genuina donde todo el Pueblo de Dios anuncia y vive el Reino en la diversidad de ministerios. Haciéndonos eco de las palabras de Moisés, necesitamos esa apertura de mente y corazón por la que todo el Pueblo ejerza el profetismo en un mundo que necesita ser más solidario y menos polarizado.
“El proyecto de Dios crece no solo crece entre cristianos, sino entre hombres y mujeres de buena voluntad que hacen crecer en el mundo la fraternidad” (J. Pagola).
