Primera lectura: Sabiduría 7,7-11:
En comparación de la sabiduría, tuve en nada la riqueza
Salmo: 90:
“Sácianos de tu misericordia, Señor, y toda nuestra vida será alegría y júbilo”
Segunda lectura: Hebreos 4,12-13:
La palabra de Dios, juzga los deseos e intenciones del corazón
Evangelio: Mc 10,17-30:
“Vende lo que tienes y sígueme”
28º Ordinario San Rómulo de Génova (s. V)
18 Jesús le respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno fuera de Dios.
19 Conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no jurarás en falso, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre.
20 Él le contestó: Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.
21 Jesús lo miró con cariño y le dijo: Una cosa te falta: ve, vende cuanto tienes y dáselo a [los] pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme.
22 Ante estas palabras, se llenó de pena y se marchó triste; porque era muy rico.
23 Jesús mirando alrededor dijo a sus discípulos: Difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas.
24 Los discípulos se asombraron de lo que decía. Pero Jesús insistió: ¡Qué difícil es entrar en el reino de Dios!
25 Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.
26 Ellos llenos de asombro y temor se decían: Entonces, ¿quién puede salvarse?
27 Jesús los quedó mirando y les dijo: Para los hombres es imposible, pero no para Dios; porque para Dios todo es posible.
28 Pedro entonces le dijo: Mira, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.
29 Jesús le contestó: Les aseguro que todo el que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos por mí y por la Buena Noticia
30 ha de recibir en esta vida cien veces más en casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, en medio de las persecuciones, y en el mundo futuro la vida eterna.
Vivir la experiencia religiosa como cumplimiento de normas, costumbres y ceremonias es relativamente fácil. No implica mayor esfuerzo ni exige renuncias significativas. Solo se trata de cumplir más o menos con los preceptos, aunque incidan para nada en la vida cotidiana. Es el caso de este joven rico cuyo nombre no se menciona para indicar que puede ser cualquiera de nosotros o nosotras. Tal como lo presenta el evangelio de Marcos, el personaje del relato es un judío piadoso, es decir, una persona supremamente religiosa. Conoce los mandamientos de la ley de Dios registrados en los libros del Pentateuco. Seguramente realiza todas las oraciones del día estipuladas en la liturgia judía, desde la mañana hasta la noche. Tal vez nunca ha faltado el sábado a la sinagoga, y seguramente ha ofrecido muchos sacrificios en el altar del Templo de Jerusalén. Era un hombre religioso a cabalidad. Sin embargo, hay algo que no tiene del todo claro… El asunto de la vida eterna. Es probable que lo que lo inquietaba –si todas sus prácticas religiosas ajustadas a la ley, la liturgia y la moral serían suficientes para alcanzar la vida eterna– estuviera unido a una profunda admiración por Jesús. Por eso le pregunta qué más tiene que hacer para alcanzar la vida eterna. Jesús le hace las preguntas de rigor sobre el cumplimiento de la ley como buen judío, a lo que el personaje responde que siempre ha cumplido a cabalidad toda la ley. Entonces viene la estocada de Jesús. El tema de la riqueza. Para Jesús es claro que la cuestión de fondo está en la actitud y el uso que se haga de los bienes. Estos han sido creados para el beneficio de todas las personas sin distinción, ni exclusión. Pero cuando la riqueza se constituye en el centro de la vida, se convierte en ídolo que conduce a la idolatría. Es lo que hoy llamamos “la idolatría” del dinero, del poder y del prestigio. El joven del relato evangélico es una persona supremamente religiosa, pero su apego a los bienes materiales le impide dejarle un lugar al Dios de la vida, del amor y la misericordia en el corazón. Desprenderse de sus bienes para compartirlos con los demás, especialmente con los pobres, le resulta demasiado duro y exigente. Por eso se aleja lleno de desilusión y tristeza, y posiblemente de ira contra Jesús por ponerle las cosas tan difíciles. Una buena pregunta para nuestra revisión de vida sería: ¿Cómo vivo mi relación con los bienes (materiales, económicos, culturales…)?
“El mensaje de Jesús es claro. No basta pensar en la propia salvación; hay que pensar en la necesidad de los pobres” (J. Pogola).