Primera lectura: 1Cor 4,1-5:
El Señor pondrá al descubierto el corazón
Salmo: 37:
El Señor es quien salva a los justos
Evangelio: Lc 5,33-39:
Nadie pone vino nuevo en odres viejos
22ª Semana Ordinario San Eleuterio (s. V)
34 Jesús les contestó: ¿Pueden los invitados a la boda hacer ayuno mientras el novio está con ellos?
35 Llegará un día en que el novio les será quitado, y aquel día ayunarán.
36 Y les propuso una comparación: Nadie corta un trozo de un vestido nuevo para remendar uno viejo. Porque sería arruinar el nuevo, y el trozo nuevo no quedará bien con el vestido viejo.
37 Nadie echa vino nuevo en odres viejos; pues el vino nuevo reventaría los odres, se derramaría y los odres se echarían a perder.
38 El vino nuevo se ha de echar en odres nuevos.
39 Nadie que ha bebido el vino viejo quiere vino nuevo; porque dice: el añejo es mejor.
Cuando nos disponemos a un camino de conversión o de reforma en la vida de la Iglesia, pueden presentarse resistencias de todo tipo. En el rumor del cambio, asoman las diferencias;se abre una brecha entre quienes arriesgan a la novedad y quienes desean permanecer en lo ya conocido pues les da seguridad. Jesús no quiere comunidades que reduzcan su vida de fe al cumplimiento irrestricto de normas o ritos religiosos. En su compañía y en comunidad, nos quiere continuadores de su proyecto humanizador. En este sentido, el evangelio de hoy nos posibilita un discernimiento en dos momentos. El primero, preguntarnos si el cumplimiento de lo mandado es por amor y no por obligación o temor. El segundo, si esta fidelidad a lo mandado está produciendo los frutos esperados de conversión. Sopesadas las alternativas, sabemos que no bastan los parches momentáneos que sólo darían como resultado una fe superficial. Nuestra respuesta ha de llevarnos a saborear el vino nuevo de su presencia. ¿Qué discernimientos hace falta realizar en nuestras comunidades para vivir la alegría del Evangelio?
“El amor de Jesús libera a las personas y despierta en el corazón humano el deseo de hacer el bien y el gozo de la alegría fraterna” (J. Pagola).