Primera lectura: Jer 23,5-8:
Suscitaré a David un vástago legítimo
Salmo: 72:
Que florezca la justicia y la paz abunde eternamente
Evangelio: Mt 1,18-25:
Jesús nacerá de María, esposa de José
Feria privilegiada de Adviento San Modesto (634)
19 José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, pensó abandonarla en secreto.
20 Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa tuya, pues la criatura que espera es obra del Espíritu Santo.
21 Dará a luz un hijo, a quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del profeta:
23 Mira, la virgen está embarazada, dará a luz a un hijo que se llamará Emanuel, que significa: Dios con nosotros.
24 Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió a María como esposa.
25 Y sin haber mantenido relaciones dio a luz un hijo, al cual llamó Jesús.
La familia, como institución, es cada vez más consciente del rol fundamental de cada uno de sus miembros. Pero no era así en la sociedad del siglo I donde el padre era el único con derechos y privilegios. Es curioso cómo el relato resalta la dignificación de María hasta en este detalle de ser portadora de la bendición-gracia de Dios sin mediación de un varón. También antiguamente se consideraba que el único que llevaba esa bendición directa a la familia era el varón. Desde este relato, José, el hombre justo, nos motiva a desterrar todo abuso de autoridad o pretensión orgullosa en nuestras relaciones familiares, dejando que sea el amor de Dios el que guíe y dé sabiduría a la misión que nos ha sido encomendada en el hogar. Agradezcamos por los espacios familiares donde las mujeres son las primeras en promover y dar testimonio del amor de Dios. Pidamos por todos los hogares rotos para que encuentren caminos de reconciliación y de paz.
“Nada es más importante en la Iglesia que conocer, amar y seguir más fielmente a Jesucristo. Nada es más decisivo que volver a nacer de su Espíritu” (J. Pagola).