Primera lectura: Cant 2,8-14:
Llega mi amado, saltando sobre los montes
Salmo: 33:
“¡Aclamen, justos, al Señor, canten un cántico nuevo”
Evangelio: Lc 1,39-45:
“¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”
Feria privilegiada de Adviento San Pedro Canisio (1597)
40 Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
41 Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre; Isabel, llena de Espíritu Santo,
42 exclamó con voz fuerte: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
43 ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
44 Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura dio un salto de gozo en mi vientre.
45 ¡Dichosa tú que creíste! Porque se cumplirá lo que el Señor te anunció.
Las personas estamos necesitadas de encuentros porque nos generan sentido de pertenencia, posibilidad de intercambio, creación de vínculos, etc. La vida se llena de sentido en los encuentros que nos hacen salir de nosotros y nos dan oportunidades inéditas para amar. María parece estar en apuros por lo de su embarazo y se va a encontrar con otra mujer en circunstancias parecidas. El encuentro de estos dos vientres suscita sororidad y diálogo entrañable. La alegría no oculta la marginalidad ni las dificultades, pero las hace llevaderas. Por eso la alegría del encuentro se transforma en acción de gracias, ya que Dios ha tenido a bien hacerlas protagonistas de esperanza. Al finalizar el Adviento, estas dos mujeres nos invitan a suscitar encuentros y a mantener relaciones donde las palabras y los gestos sean portadores de vida y felicidad. No dejemos que el miedo, la desconfianza y los prejuicios nos impidan salir al encuentro de los demás y tener la mirada limpia para apreciar lo bueno, lo noble y lo bello.
“María nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños” (J. Pagola).
