Primera lectura: Is 11,1-10:
Sobre él se posará el Espíritu
Salmo: 72:
Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente
Evangelio: Lc 10,21-24:
Jesús se llenó de la alegría del Espíritu
1ª Semana de Adviento San Francisco Javier (1552)
22 Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre, y quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo.
23 Volviéndose aparte a los discípulos, les dijo: ¡Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven!
24 Les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; escuchar lo que ustedes escuchan, y no lo escucharon.
El reino de Dios ha de ser reconocido como el espacio vital donde toda persona y realidad llegan a ser reconocidas y dignificadas. Al menos esto fue lo que procuró Jesús con la comunidad discipular durante su vida pública. Él estaba convencido de que había alternativas más justas y que no era necesario que la mayoría se sacrificara para dar vida a unos pocos afortunados; algo paradójico, porque él terminó sacrificado. Y es que no es lo mismo sacrificarse como un acto oblativo que sacrificar a otros como un acto de egoísmo. En ambas circunstancias alguien muere, pero sólo en la dinámica del Reino se comprende el sacrificio en su dimensión redentora o salvífica; de lo contrario se continuarán encontrando “chivos expiatorios” como un mal necesario. Comprender esto no es de sabios y entendidos, es de creyentes que dan sentido a sus vidas y no se sienten parte de esta sociedad de consumo sino del proyecto humanizador de Jesús. ¿Qué alternativas vislumbras para que otros puedan tener mejores condiciones de vida?
“Para Jesús, Dios es el Amigo que comparte nuestra existencia y se convierte en luz y fuerza para enfrentamos a la dureza de la vida y al misterio de la muerte” (J. Pagola).