Primera lectura: Jeremías 33,14-16:
Suscitaré a David un vástago legítimo
Salmo: 25:
A ti, Señor, levanto mi alma”
Segunda lectura: 1 Tesalonicenses 3,12–4,2:
Que el Señor les fortalezca internamente, para cuando vuelva Jesús
Evangelio: Lucas 21,25-28.34-36:
Se acerca tu liberación
1º de Adviento San Eloy (660)
26 Los hombres desfallecerán de miedo, aguardando lo que le va a suceder al mundo; porque hasta las fuerzas del universo se tambalearán.
27 Entonces verán al Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria.
28 Cuando comience a suceder todo eso, enderécense y levanten la cabeza, porque ha llegado el día de su liberación.
34 Presten atención, no se dejen aturdir con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que aquel día no los sorprenda de repente,
35 porque caerá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra.
36 Estén despiertos y oren incesantemente, pidiendo poder escapar de cuanto va a suceder, así podrán presentarse seguros ante el Hijo del Hombre.
¿Cómo nos encuentra el inicio de un nuevo año litúrgico? El Adviento nos regala la oportunidad de reconocernos personas y comunidades «en camino» con posibilidades reales de hacer un balance de lo vivido a lo largo del año. Parece sensato ponderar los logros alcanzados y sopesar las faltas cometidas, midiendo así nuestro crecimiento y madurez. a la vez, nos hace bien constatar cómo la providencia de Dios se ha manifestado impulsando nuestra vida y no dejándonos instalados o acomodados. Reconocernos frágiles pero sostenidos por Dios va generando esperanza y nuevas posibilidades de transformación en nosotros y en nuestras comunidades de fe.
El profeta Jeremías nos invita a fijar nuestra mirada en el Dios que anhela el equilibrio en toda su obra creadora a pesar de que, como seres humanos, nos encontremos atrapados por un sistema consumista voraz. Se anuncia el tiempo en el que los “cuidadores” generarán vida en su entorno, contrarrestando así el daño que producen los acaparadores y depredadores. Por su parte, San Pablo impulsa a la comunidad ya evangelizada de Tesalónica a no bajar la guardia, a no ser ingenuos frente a las fuerzas hostiles que atentan contra la vida y la ponen en peligro. ¡Cuánto bien nos hace escuchar el testimonio de personas que, integrándose a una comunidad de fe, han podido dar un giro saludable y espiritual a sus vidas! El secreto parece hallarse en el amor prodigado y sostenido que permite a las personas salir de sí mismas y generar en su entorno relaciones más justas y dignificadoras. Se trata de gestar espacios comunitarios donde se fomente la espiritualidad del cuidado para que cada una y cada uno de sus miembros crezcan rodeados de amor y de vida.
De aquí la importancia de estar atentos y despiertos frente a lo que sucede a nuestro alrededor. Hemos pasado de vivir vínculos sólidos o estables a vivir de contactos más superficiales, lo que va generando fragilidad e inestabilidad en las relaciones. Cada vez es menor el contacto de las personas consigo mismas, con su entorno, con Dios. En la era digital estamos invitados a desdoblarnos para entrar a mundos paralelos (como el metaverso) donde vivimos de ilusiones más que de realidades. La narcotización (adormecimiento e insensibilidad) va siendo cada vez mayor, con todo el potencial para instalarnos en pequeños mundos donde nada ni nadie nos perturbe.
Al encender nuestra primera vela de la corona de Adviento, pidamos amar de manera real y comprometida a las personas con quienes convivimos y a toda la Creación. Que uno de tus compromisos sea fomentar conversaciones positivas y evitar las críticas o los chismes.
“El análisis de la realidad puede producir optimismo o desesperanza en un momento determinado; pero la esperanza sólo brota del Señor” (J. Pagola).