Primera lectura: Dn 3,25.34-43:
“Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde”
Salmo: 25:
“Señor, recuerda tu misericordia”
Evangelio: Mt 18,21-35:
Si cada cual no perdona a su hermano, tampoco el Padre los perdonará
3ª Semana de Cuaresma José Oriol (1702)
22 Le contestó Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
23 Por eso, el Reino de los cielos se parece a un rey que decidió ajustar cuentas con sus sirvientes.
24 Ni bien comenzó, le presentaron uno que le adeudaba diez mil monedas de oro.
25 Como no tenía con qué pagar, mandó el rey que vendieran a su mujer, sus hijos y todas sus posesiones para pagar la deuda.
26 El sirviente se arrodilló ante él suplicándole: ¡Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré!
27 Compadecido de aquel sirviente, el rey lo dejó ir y le perdonó la deuda.
28 Al salir, aquel sirviente tropezó con un compañero que le debía cien monedas. Lo agarró del cuello y mientras lo ahogaba le decía: ¡Págame lo que me debes!
29 Cayendo a sus pies, el compañero le suplicaba: ¡Ten paciencia conmigo y te lo pagaré!
30 Pero el otro se negó y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda.
31 Al ver lo sucedido, los otros sirvientes se sintieron muy mal y fueron a contarle al rey todo lo sucedido.
32 Entonces el rey lo llamó y le dijo: ¡Sirviente malvado, toda aquella deuda te la perdoné porque me lo suplicaste!
33 ¿No tenías tú que tener compasión de tu compañero como yo la tuve de ti?
34 E indignado, el rey lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
35 Así los tratará mi Padre del cielo si no perdonan de corazón a sus hermanos.
La Cuaresma es el tiempo propicio para vivir procesos de perdón, haciendo prevalecer la reconciliación por encima del conflicto o el ajuste de cuentas. El acento nunca debe estar puesto en el señalamiento al culpable sino en la búsqueda de soluciones. No debemos pensar que, en la comunidad creyente, todo está permitido o que se ha de justificar el mal proceder; por el contrario, la primera misión es salvaguardar la vida y la comunión que el pecado pretende destruir. El perdón abre siempre la puerta a las segundas, terceras e infinitas oportunidades para reinvindicarse. No acumulemos rencores ni llevemos cuentas del mal porque se hace más pesada la carga de un cristiano. Se trata de hacer prevalecer en el corazón de cada creyente el amor que reconstruye y no el pecado que va matando poco a poco esa capacidad humanizadora. Que este tiempo nos sirva para reconciliarnos; no dejemos que el pecado gane terreno en nuestra vida. Dejemos brotar el manantial de bondad y misericordia que haga de nosotros y de nuestras comunidades instrumentos de reconciliación.
“El perdo´n de Dios es totalmente gratuito. Nuestro perdo´n a los dema´s no es una condicio´n para que Dios nos perdone, sino solo para que nuestra peticio´n sea sincera” (J. Pagola).