Primera lectura: 1Jn 3,7-10:
No puede pecar, porque ha nacido de Dios
Salmo: 98:
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios
Evangelio: Jn 1,35-42:
Hemos encontrado al Mesías
Antes de Epifanía Santa Elizabeth Seton (1821)
36 Viendo pasar a Jesús, dice: Ahí está el Cordero de Dios.
37 Los discípulos, al oírlo hablar así siguieron a Jesús.
38 Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dice: ¿Qué buscan? Respondieron: Rabí –que significa maestro–, ¿dónde vives?
39 Les dice: Vengan y vean. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Eran las cuatro de la tarde.
40 Uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro.
41 Andrés encuentra primero a su hermano Simón y le dice: Hemos encontrado al Mesías –que traducido significa Cristo–.
42 Y lo condujo a Jesús. Jesús lo miró y dijo: Tú eres Simón, hijo de Juan; te llamarás Cefas –que significa Pedro–.
En el evangelio de este día se nos muestra claramente cómo el Bautista encamina a sus discípulos hacia Jesús. Estos, al escucharlo, deciden seguirlo. Al mismo tiempo, Jesús nos hace la invitación de vivir en él (“Vengan y vean”) y permanecer en él (“se quedaron con él aquel día”). Es importante recalcar en este evangelio la importancia del testigo (Andrés) pues encuentra a su hermano Simón y lo conduce al Mesías. El encuentro con Jesús nos debe cambiar la vida, nos debe transformar nuestro carnet de identidad, así como lo hizo con Simón. Recordemos siempre que esto no es porque nosotros queramos sino porque es una gracia del mismo Jesús que nos seduce al pasar por nuestro camino, muchas veces inesperadamente. Tengamos en cuenta que, en nuestra vida cristiana, siempre hay alguien que nos muestra a Jesús y por eso hay que agradecer, porque ese encuentro que hemos tenido con Jesús nos ha cambiado la vida. Tengamos memoria agradecida.
“Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad” (EG 8).