Primera lectura: Sof 3,14-18:
El Señor será el rey de Israel, en medio de ti
Salmo: Interleccional Is 12:
“¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!”
Evangelio: Lc 1,39-56:
“¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”
8ª Semana Ordinario Visita de María a Isabel
40 Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
41 Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre; Isabel, llena de Espíritu Santo,
42 exclamó con voz fuerte: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
43 ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
44 Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura dio un salto de gozo en mi vientre.
45 ¡Dichosa tú que creíste! Porque se cumplirá lo que el Señor te anunció.
46 María dijo: Mi alma canta la grandeza del Señor,
47 mi espíritu festeja a Dios mi salvador,
48 porque se ha fijado en la humildad de su sirvienta y en adelante me felicitarán todas las generaciones.
49 Porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí, su nombre es santo.
50 Su misericordia con sus fieles se extiende de generación en generación.
51 Despliega la fuerza de su brazo, dispersa a los soberbios en sus planes,
52 derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes,
53 colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos.
54 Socorre a Israel, su siervo, recordando la lealtad,
55 prometida a nuestros antepasados, en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.
56 María se quedó con ella tres meses y después se volvió a casa.
El encuentro entre María e Isabel es parte central de los relatos de Anunciación y el nacimiento de Juan el Bautista, el Precursor, y de Jesús, el Mesías. Juan representa al último profeta de la primera y única Alianza y Jesús, al Mesías que dará cumplimiento a esa Alianza. María e Isabel embarazadas son portadoras de la presencia de Dios e instrumento de la bendición y dignificación de la mujer en la Historia de Salvación. El Magnificat en boca de María la coloca a la par de las grandes mujeres del Antiguo Testamento, a quienes también se atribuyen cánticos de alabanza por ser mujeres que liberaron a Israel, como Débora y Judit, o por ser madres de libertadores, como Ana, la madre del juez y profeta Samuel. En el Cántico, María se pone de lado de los pobres y se convierte en su voz pidiendo justicia para que Dios revierta el orden social y destrone a los poderosos que los oprimen. Nuestra devoción mariana ¿es liberadora en favor de los pobres y humildes?
“Las mujeres que se atrevían a salir de su casa dejando su trabajo para escucharlo intuían que Dios tenía que amar como decía Jesús, con entrañas de madre” (J. Pagola)
