Primera lectura: 1Pe 2,2-5.9-12:
Ustedes son un sacerdocio real
Salmo: 100:
Entren en la presencia del Señor con vítores
Evangelio: Mc 10,46-52:
“¡Maestro, haz que pueda ver!”
8ª Semana Ordinario Santa Juana de Arco (1431)
47 Al oír que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!
48 Muchos lo reprendían para que se callase. Pero él gritaba más fuerte: ¡Hijo de David, ten piedad de mí!
49 Jesús se detuvo y dijo: Llámenlo. Llamaron al ciego diciéndole: ¡Ánimo, levántate, que te llama!
50 Él dejó el manto, se puso en pie y se acercó a Jesús.
51 Jesús le dirigió la palabra: ¿Qué quieres de mí? Contestó el ciego: Maestro, que recobre la vista.
52 Jesús le dijo: –Vete, tu fe te ha salvado. Al instante recobró la vista y le seguía por el camino.
La muchedumbre que, en un primer momento, impidió que el ciego se acercara a Jesús, al escuchar la petición del Señor anima al ciego a acercarse a él. Gracias a la insistencia del ciego es como la Palabra de Jesús se convierte en compromiso misionero para la comunidad cristiana. No se puede prescindir de la misión ni de la llamada a nuevas personas para que conozcan y experimenten que vale la pena seguir de cerca a Jesús y pertenecer a su comunidad de discípulos. Sin una pastoral vocacional que atraiga y entusiasme, será muy difícil la renovación de la ministerialidad en la Iglesia. Nuestras comunidades, ¿colaboran en la trasmisión de la fe, siendo una luz para los demás? Nuestra fe, ¿es en salida hacia las periferias (a quienes están al costado del camino)? Pidamos hoy tener esa valiente decisión de ser portadores del mensaje de Jesús. Él continúa llamando a muchos hombres y mujeres a salir de la ceguera para considerar en él nuevos horizontes de vida.
“La actitud sanadora significa sintonizar con la otra persona, situamos en su «pathos», vibrar con lo que vive, siente, goza o padece” (J. Pagola).