Primera lectura: 2Jn 4-9:
Quien permanece en la doctrina posee al Padre
Salmo: 119:
Dichoso el que camina en la voluntad del Señor
Evangelio: Lc 17,26-37:
Estén preparados para ese día
32ª Semana Ordinario San Alberto Magno (1280) San Roque González (1628)
27 comían, bebían, se casaban, hasta que Noé entró en el arca, vino el diluvio y acabó con todos.
28 O como sucedió en tiempo de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban.
29 Pero, cuando Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.
30 Así será el día en que se revele el Hijo del Hombre.
31 Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en la casa, no baje a buscarlas; lo mismo, si uno está en el campo, no vuelva atrás.
32 Acuérdense de la mujer de Lot.
33 Quien trate de conservar la vida la perderá, pero quien la pierda la conservará.
34 Les aseguro: esa noche estarán dos en una cama: a uno lo arrebatarán, al otro lo dejarán;
35 habrá dos mujeres moliendo juntas: a una la arrebatarán, a la otra la dejarán.
36 Estarán dos en el campo: a uno lo arrebatarán, al otro lo dejarán.
37 Le preguntaron: ¿Dónde, Señor? Jesús les contestó: Donde está el cadáver se reúnen los buitres.
Continúa la enseñanza escatológica de Jesús a sus seguidores. La clave es estar preparados. Toma dos episodios del Antiguo Testamento: los tiempos de Noé y de Lot. En ambas situaciones la gente está relajada, vive de manera disoluta y desenfrenada en sus comportamientos morales y sociales. Solamente las familias de Noé y de Lot permanecen en la justicia y en la fidelidad a Dios. Por eso se libran de la destrucción. La destrucción del mundo, el fin de la humanidad, no serán causados por Dios. Serán consecuencia de la irresponsabilidad humana. La guerra, la violencia, la injusticia generalizada, las hambrunas y la pobreza extrema están exterminando la humanidad. Pero también la contaminación ambiental, el calentamiento global, la depredación sistemática de selvas, de las reservas acuíferas… y todos los daños que causamos a nuestra Casa común por la ambición y la codicia de los grandes capitales de este mundo, serán la causa de la destrucción del planeta. Hagamos un alto en el camino y preguntémonos sinceramente: ¿Qué acciones estamos haciendo para detener la destrucción de nuestra madre Tierra?
“Enséñanos, Jesús, a descubrir que la fe no consiste en creer en el Dios que nos conviene, sino en aquel que despierta nuestra responsabilidad de amar” (J. Pogola).