Primera lectura: Daniel 12,1-3:
Por aquel tiempo se salvará tu pueblo
Salmo: 16:
“Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”
Segunda lectura: Hebreos 10,11-14.18:
Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados
Evangelio: Marcos 13,24-32:
Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos
33º Ordinario Santa Isabel de Hungría (1231)
25 las estrellas caerán del cielo y los ejércitos celestes temblarán.
26 Entonces verán llegar al Hijo del Hombre entre nubes, con gran poder y gloria.
27 Y enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos desde los cuatros vientos, de un extremo de la tierra a un extremo del cielo.
28 Aprendan del ejemplo de la higuera: cuando las ramas se ablandan y brotan las hojas, saben que está cerca la primavera.
29 Lo mismo ustedes, cuando vean suceder aquello, sepan que el fin está cerca, a las puertas.
30 Les aseguro que no pasará esta generación antes de que suceda todo eso.
31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
32 En cuanto al día y la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles en el cielo, ni el hijo; sólo los conoce el Padre.
Nos encontramos culminando el año litúrgico (ciclo B). La lectura del evangelio de Marcos nos propone la enseñanza de Jesús sobre “el final de los tiempos”. El texto está estructurado en cuatro partes: 1. El fenómeno cósmico; 2. La manifestación del Hijo del Hombre y la convocación de todos los habitantes del mundo; 3. Una pequeña parábola sobre la higuera, 4. El epílogo o síntesis. Según la cosmología de la época, tres niveles o planos conformaban el universo: el superior, donde están el Sol, la Luna, las estrellas suspendidas en el firmamento como una bombillas en el techo de la casa; un nivel medio en el que se ubica la Tierra como una gran mesa rodeada por los mares y un nivel inferior, o especie de sótano, como el lugar de los muertos.
Obviamente que nada tiene que ver con la cosmología contemporánea. En medio de esta conmoción cósmica, aparecerá el Hijo del Hombre, título que se le da a Jesús, en medio de gran esplendor y de gloria. Se convocará a todos los habitantes del mundo, a toda la humanidad de todos los tiempos y lugares, especialmente a quienes han sido elegidos para participar en la gloria definitiva junto a Dios. Pero esto sucederá cuando se haya llegado a la madurez de la fe. Ese es el sentido de la higuera.
El epílogo señala que nadie sabe cuándo sucederá todo esto. Aquí lo importante no son tanto los fenómenos naturales sino el estar preparados para el encuentro con el Señor. De tal manera que toda la vida sea una preparación alegre, gozosa y serena para no perder esa oportunidad; que su presencia no signifique interferencia de planes sino confirmación de una vida consagrada al amor. Es importante no caer en fanatismos y milenarismos, como ha sucedido en el pasado reciente. En 1996 se pensaba que el fin del mundo iba a llegar el 6 de junio (mes seis) a las 6. La gente corrió a bautizar niños y a confesarse de una manera excesiva. Algo similar pasó en el cambio de milenio. Es consecuencia de una lectura literalista y fundamentalista de la Palabra.
Hay que diferenciar lo histórico del lenguaje simbólico. Lo importante es vivir los valores del Reino propuestos por Jesús, personal y comunitariamente. Así haremos que la experiencia comunitaria del reinado de Dios siga aconteciendo y nos ayude a transformar la historia. ¿De qué manera vives tus encuentros cotidianos con el Señor? ¡Qué tu vida sea manifestación clara de la presencia de Dios!
“Quien vive animado por la esperanza cristiana pone su mirada en el futuro. No se detiene en el presente, ni vive encadenado al pasado” (J. Pagola).