Primera lectura: Tit 2,1-8.11-14:
Llevemos una vida religiosa
Salmo: 37:
El Señor es quien salva a los justos
Evangelio: Lc 17,7-10:
Hemos hecho lo que teníamos que hacer
32ª Semana Ordinario San Josafat (1623)
8 ¿No le dirá más bien: prepárame de comer, ponte el delantal y sírveme mientras como y bebo, después comerás y beberás tú?
9 ¿Tendrá aquel señor que agradecer al sirviente que haya hecho lo mandado?
10 Así también ustedes: cuando hayan hecho todo lo mandado, digan: Somos simples sirvientes, solamente hemos cumplido nuestro deber.
En la sociedad contemporánea occidental prima el interés individual, sacar provecho, en confrontación con la generosidad y el servicio. Es el sentido de la parábola que propone Jesús a sus discípulos. Si en el mundo laboral el trabajador debe atender a su patrón antes de atenderse a sí mismo, ¡cuánto más en la propuesta del Reino! La generosidad consiste a dar lo mejor de uno mismo al servicio de las personas y de la comunidad sin estar buscando segundos intereses lucrativos o de prestigio. El servicio consiste, precisamente, en hacerse servidor, sirviente de los demás hermanos y hermanas, especialmente de los más pequeños y necesitados. El modelo económico neoliberal ha generado una mentalidad egoísta, mezquina, individualista. A los seguidores de Jesús nos corresponde la difícil tarea de mostrar otra escala de valores, otro estilo de vida, fundamentado precisamente en el amor solidario, compasivo y servicial. Así lo propone Jesús y así nos lo recuerda el Papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti. ¿Eres generoso, servicial y solidario en tus relaciones con las demás personas?
“Las personas sencillas, pero de corazón grande y generoso, que saben de amar sin reservas, son lo mejor que tenemos en la iglesia” (J. Pagola).