Primera lectura: 3Jn 5-8:
Debemos sostener a los hermanos
Salmo: 112:
Dichoso quien teme al Señor
Evangelio: Lc 18,1-8:
Dios hará justicia a sus elegidos
32ª Semana Ordinario Santa Margarita de Escocia (1093) Santa Gertrudis (1302)
2 Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres.
3 Había en la misma ciudad una viuda que acudía a él para decirle: Hazme justicia contra mi rival.
4 Por un tiempo se negó, pero más tarde se dijo: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres,
5 como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, así no seguirá molestándome.
6 El Señor añadió: Fíjense en lo que dice el juez injusto;
7 y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos si claman a él día y noche? ¿Los hará esperar?
8 Les digo que inmediatamente les hará justicia. Sólo que, cuando llegue el Hijo del Hombre, ¿encontrará esa fe en la tierra?
Curiosamente Jesús se vale de una realidad social para exponer su enseñanza sobre la oración. En esta parábola, la mujer viuda le insiste a un juez que le haga justicia. Este reacciona favorablemente a la petición de la mujer no porque le interese defender sus derechos, ni siquiera por temor a Dios, sino para que no le importune y agote la paciencia. Si el juez inicuo e indiferente es capaz de escuchar a la mujer viuda, ¡cuánto más Dios, que es un padre bondadoso y misericordioso! Dios siempre escucha la oración de sus hijos. Pero, como dice otro pasaje evangélico, Dios sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos. Y también que lo que hay que pedir es el Espíritu Santo, es decir, fortaleza, sabiduría, prudencia, justicia y solidaridad. Es necesario superar el infantilismo que impide un auténtico compromiso personal y comunitario. Generalmente se le pide a Dios que realice lo que nos corresponde hacer a nosotros. Una fe adulta y madura es corresponsable y agradecida. ¿Cómo es tu experiencia de oración?
“La oración es eficaz porque nos hace más creyentes y más humanos. Nos abre los oídos del corazón para escucha sincera a Dios” (J. Pagola).