Primera lectura: Tit 3,1-7:
Íbamos fuera de camino, pero nos ha salvado
Salmo: 23:
“El Señor es mi pastor, nada me falta”
Evangelio: Lc 17,11-19:
Ponte de pie y vete, tu fe te ha salvado
32ª Semana Ordinario San Diego de Alcalá (1463) Santa Francisca Cabrini (1917)
12 Al entrar en un pueblo, le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a cierta distancia
13 y alzando la voz, dijeron: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros.
14 Al verlos, les dijo: Vayan a presentarse a los sacerdotes. Mientras iban, quedaron sanos.
15 Uno de ellos, viéndose sano, volvió glorificando a Dios en voz alta,
16 y cayó a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Era samaritano.
17 Jesús tomó la palabra y dijo: ¿No recobraron la salud los diez? ¿Y los otros nueve dónde están?
18 ¿Ninguno volvió a dar gloria a Dios, sino este extranjero?
19 Y le dijo: Ponte de pie y vete, tu fe te ha salvado.
Jesús continúa su camino hacia Jerusalén. La ciudad “santa” será testigo de la traición, prisión, tortura, juicio, condena y crucifixión, pero también de la gloria de la Resurrección. La subida a Jerusalén es también la subida a la plenitud de la encarnación, revelación y redención de la misión. El camino (´odos’, en griego) es también, método pedagógico de formación de los discípulos. Cada episodio tiene una finalidad formativa. En el camino salen al encuentro de Jesús diez personas contagiadas de lepra. Los enfermos de este mal, considerados impuros, eran aislados y excluidos de la comunidad. Vivían fuera de la ciudad, al margen, en el descampado. Nadie podía acercarse a ellos y mucho menos dejarse tocar. Jesús, en cumplimiento de la ley, les manda a presentarse a los sacerdotes, pero también los cura. Y solo uno, el samaritano, considerado hereje como todos los samaritanos, regresa a agradecer de corazón, en contraposición con los otros nueve leprosos que no reconocen la presencia salvífica de Jesús. ¿Agradeces a Dios las bendiciones y el proceso redentor-sanador que te regala cotidianamente?
“La persona recobra la salud reconciliándose con Dios, consigo misma, con los demás y con la vida” (J. Pagola).