Primera lectura: Ap 1,1-4; 2,1-5a:
Recuerda dónde has caído y arrepiéntete
Salmo: 1:
Al que salga vencedor le dará del árbol de la vida
Evangelio: Lc 18,35-43:
“¿Qué quieres que haga por ti?”
33ª Semana Ordinario Basílicas de Pedro y Pablo Santa Rosa Philippine Duchesne (1852)
36 Al oír que pasaba la gente, preguntó qué sucedía.
37 Le dijeron que pasaba Jesús de Nazaret.
38 Él gritó: ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!
39 Los que iban delante lo reprendían para que callase. Pero él gritaba más fuerte: Hijo de David, ten piedad de mí.
40 Jesús se detuvo y mandó que se lo acercasen. Cuando lo tuvo cerca, le preguntó:
41 ¿Qué quieres que te haga? Contestó Jesús: Señor, que recobre la vista.
42 Jesús le dijo: Recobra la vista, tu fe te ha salvado.
43 Al instante recobró la vista y le seguía glorificando a Dios; y el pueblo, al verlo, alababa a Dios.
Jesús continúa su viaje misionero itinerante hacia la ciudad de Jerusalén, lugar de la Pascua. Y también continúa el proceso de catequesis de sus discípulos. Jericó es un lugar de paso en el camino de Galilea a Jerusalén. Va entrando a la población rodeado de seguidores. El ciego (del que no se dice su nombre) es un pordiosero, es decir, un marginado, impuro y excluido. Escucha a Jesús y le suplica que tenga compasión; los acompañantes de Jesús lo quieren callar, pero el sigue clamando. Jesús se detiene y lo manda llamar, le pregunta sobre su solicitud. Le devuelve la vista y el ex ciego lo sigue, se convierte en discípulo y glorifica a Dios. Un proceso vocacional: reconocer la realidad personal, escuchar la Palabra, acercarse a Jesús, dejarse transformar por él, comenzar a seguirlo y hacerse testimonio orante. Llamado, conversión, seguimiento y testimonio. Decía el autor del Principito: ¡Lo esencial es invisible a los ojos! Pidamos, como el ciego de Jericó, recobrar esa claridad en nuestra vida de fe.
“Lo primero que la persona puede y debe hacer es escucharse y aceptarse a sí misma como regalo gratuito de Dios ” (J. Pagola).