Primera lectura: 1Pe 1,18-25:
Los rescataron a precio de sangre de Cristo
Salmo: 147:
“Glorifica al Señor, Jerusalén”
Evangelio: Mc 10,32-45:
“Miren, el Hijo del hombre va a ser entregado”
8ª Semana Ordinario San Maximino (s. IV)
33 Miren, estamos subiendo a Jerusalén: el Hijo del Hombre será entregado a los sumos sacerdotes y los letrados, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos,
34 que se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y le darán muerte, y luego de tres días resucitará.
35 Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.
36 Les preguntó: ¿Qué quieren de mí?
37 Le respondieron: Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
38 Jesús replicó: No saben lo que piden. ¿Son capaces de beber la copa que yo he de beber o recibir el bautismo que yo voy a recibir?
39 Ellos respondieron: Podemos. Jesús les dijo: La copa que yo voy a beber también la beberán ustedes, el bautismo que yo voy a recibir también lo recibirán ustedes;
40 pero sentarse a mi derecha y a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.
41 Cuando los otros lo oyeron, se enojaron con Santiago y Juan.
42 Pero Jesús los llamó y les dijo: … quien entre ustedes quiera llegar a ser grande que se haga servidor de los demás;
44 y quien quiera ser el primero que se haga sirviente de todos.
45 Porque el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.
Marcos nos presenta el tercer anuncio de la Pasión mientras Jesús sube a Jerusalén para celebrar la Pascua. Los discípulos deben estar dispuestos a afrontar el destino de Jesús, como lo debemos de estar quienes nos sabemos bautizados para el cumplimiento de una misión de vida. No se puede pensar, como la comunidad discipular, que el seguimiento de Jesús nos obtendrá una posición social, estatus o privilegios. Pensar el reino de Dios a la manera de los reinos de este mundo es para Jesús un contrasentido, especialmente cuando nos hemos de ubicar como servidores y no como personas oportunistas. Jesús recuerda en el evangelio de hoy que el más importante en el Reino es el que sirve a los demás. ¡Cuántos conflictos llegan a suscitarse por la falta de claridad en quienes ejercemos el liderazgo en la Iglesia! Pues, en lugar de dar testimonio de servicio gratuito y desinteresado, comenzamos a ponerle precio a todo lo que hacemos, evidenciando que no confiamos en la providencia de Dios. Nuestra participación en la Iglesia ¿es con verdadera disposición de servir o buscamos cargos importantes a cambio de nuestra entrega?
“Necesitamos un nuevo profetismo de la autoridad en la Iglesia, que renuncie a la seducción del poder, que se libere de la vanidad y de la seguridad de las apariencias” (J. Pagola).
