25 de Agosto del 2024

21º Ordinario San José de Calasanz (1648)

 

60 En aquel tiempo, muchos de los discípulos que lo oyeron comentaban: Este discurso es bien duro: ¿quién podrá escucharlo?
61 Jesús, conociendo por dentro que los discípulos murmuraban, les dijo: ¿Esto los escandaliza?
62 ¿Qué será cuando vean al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes?
63 El Espíritu es el que da vida, la carne no vale nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida.
64 Pero hay algunos de ustedes que no creen. Desde el comienzo sabía Jesús quiénes no creían y quién lo iba a traicionar.
65 Y añadió: Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede.
66 Desde entonces muchos de sus discípulos lo abandonaron y ya no andaban con él.
67 Así que Jesús dijo a los Doce: ¿También ustedes quieren abandonarme?
68 Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
69 Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Consagrado de Dios.

 

 

 

Comentario 

 

Desde hace unos años se percibe que el cristianismo empieza a bajar sus números. Sea por el descenso en la cantidad de los bautismos o por la no adhesión activa, lo cierto es que los tiempos de Iglesias llenas empieza a extrañarse en algunos lugares del mundo. Estos datos estadísticos que pueden ser preocupantes son una llamada de atención a los métodos o modos en que nuestras comunidades proponen la fe. Porque no es cuestión de números sino más bien de que, en sus miembros, encontremos una respuesta radical a las opciones propuestas por Jesús.
Ya el Pueblo de Israel se plantea el problema de tener que elegir al Dios que procura la libertad o el camino de los ídolos o pequeños “diosecillos”. Como en toda decisión, se ha de suponer también el compromiso y las consecuencias. Y aunque el Pueblo no siempre fue fiel en sus opciones, y mucho menos obediente, esto no le escatimó la compañía del Dios, que nunca le ha abandonado. En este pueblo de la Biblia, también nosotros podemos vernos reflejados y saber con cuánta claridad o decisión nos alejamos de la idolatría y llegamos a descubrir al Dios de la vida.
Una cosa similar sucede con Jesús y sus seguidores. La reacción frente al discurso eucarístico de los domingos anteriores es de rechazo a lo que consideran «palabras dura». Muestra una tensión provocada por la radicalidad contenida en el mensaje, que hace difícil digerir la novedad. Aquí es donde podemos hacer una distinción entre ‘comprender’ y ‘creer’ en la propuesta de la Buena Nueva que remueve los cimientos. Porque la humanidad nueva y fraterna fundada en la generosidad no entra en las lógicas de la competencia tan presentes en el mundo y, en ocasiones, en la Iglesia. Porque mientras todos ofrecen calma a cualquier costo, el seguimiento trae más incertezas que seguridades interrogando todo aquello que asumimos como sabido o asegurado. En este sentido, el camino discipular es siempre dinámico en opciones que animan a creer y reconocer. Por eso el discípulo sabe que son «palabras de vida».
La apertura radical y apasionada de Jesús al proyecto de Dios se propone también a sus discípulos. Es necesario sentirse libre para liberar, asumiendo a cada momento las consecuencias de esas opciones radicales en favor de los demás. Nosotros, abriéndonos a un cristianismo de minoridad, podríamos interrogarnos no por el número de los que abrazan la fe sino más bien por cómo esta fe viene armonizando y acompañando las luchas y necesidades de tantas otras minoridades postergadas.

“Nuestras comunidades han de ser espacios de libertad, abiertos a quienes quieren vivir la experiencia de volver a Jesús «recuperando la frescura original del Evangelio»” (J. Pagola).