Primera lectura: Ez 37,1-14:
Huesos secos, escuchen la Palabra del Señor
Salmo: 107:
Den gracias al Señor porque es eterna su misericordia
Evangelio: Mt 22,34-40:
Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo
20ª Semana Ordinario Santa Rosa de Lima
36 Maestro, ¿cuál es el precepto más importante en la ley?
37 Le respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente.
38 Éste es el precepto más importante;
39 pero el segundo es equivalente: Amarás al prójimo como a ti mismo.
40 De estos dos mandamientos dependen la ley entera y los profetas.
A Jesús le hacen una pregunta maliciosa para luego acusarle en asuntos de religión. Las religiones han inventado una verdadera selva de normas, supuestamente para amar a Dios. En esa cantidad tan grande de normas resulta difícil adivinar cuál es el precepto esencial que pueda abarcar todas las leyes, poniendo un orden, una jerarquía. En tiempos de Jesús la religión prescribía 248 preceptos y 365 prohibiciones. Jesús responde sobre lo esencial acudiendo al Deuteronomio, que ordenaba amar a Dios con todo el corazón, y al Levítico que exhortaba amar al prójimo como a uno mismo. Lo original de Jesús fue que los unió como uno solo, advirtiendo que, en el amor a Dios, podemos caer en engaños. La única manera de no autoengañarnos es amar al prójimo. Y para Jesús el prójimo no es solo el de nuestra raza, religión y nacionalidad sino todo ser humano sufriente de cualquier cultura, raza y nacionalidad. Si descubres que te cuesta amar y perdonar, ya podrías estar cuestionando tu experiencia de encuentro con Dios.
“Ser discípulo es aprender de Jesús, tenerlo como maestro, buscarlo como referencia para nuestras decisiones” (J. Pagola).