Primera lectura: Jeremías 23,1-6:
Reuniré el resto de mis ovejas y les pondré pastores
Salmo: 23:
“El Señor es mi pastor, nada me falta”
Segunda lectura: Efesios 2,13-18:
Él es nuestra paz que ha hecho de judíos y gentiles una sola raza
Evangelio: Marcos 6,30-34:
Andaban como ovejas sin pastor
16º Ordinario San Lorenzo de Brindisi (1619)
31 Él les dijo: Vengan ustedes solos, a un paraje despoblado, a descansar un rato. Porque los que iban y venían eran tantos, que no les quedaba tiempo ni para comer.
32 Así que se fueron solos en barca a un paraje despoblado.
33 Pero muchos los vieron marcharse y se dieron cuenta. De todos los poblados fueron corriendo a pie hasta allá y se les adelantaron.
34 Al desembarcar, vio un gran gentío y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas.
Jesús se compadeció de la muchedumbre sin pastores, sin guías ni acompañantes. “Compadecerse” es el verbo que mejor define el rostro del Dios que nos anunció Jesús y su metáfora más bella es la del Dios Pastor. Ya el profeta Ezequiel lo había anunciado: «Yo mismo conduciré a mis ovejas a los pastos y les haré reposar» (Ez 34,15). Se cumple en Jesús lo profetizado por Jeremías en la primera lectura, como administrador de la justicia y el derecho. Él derribó los muros de la división de los pueblos de la tierra haciendo la paz, reconciliándolos, dando muerte en la cruz al odio, como nos recuerda Pablo en la Carta a los Efesios.
Este es Jesús, el acompañante de sus discípulos que, como un educador incomparable, no montó una cátedra y se sentó allí para instruirlos, sino que les fue enseñando por el camino, en la cotidianidad. No les enseñó desde una cátedra formal sino en la cátedra de la vida. Ahora quiere, como buen pastor, concederles unas cortas vacaciones para evaluar la misión. Pero no se siente contrariado por el imprevisto cambio de su programa al ver al pueblo abandonado y sin pastores. Detiene su plan de descanso para enseñar a la gente y prepararse para compartir el pan en su próxima acción mesiánica. Es un Jesús cercano a la gente, dispuesto a mirarle a los ojos. Como él mismo llegó a decir: «Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29).
Eso es lo que nos pide hoy a nosotros, la Iglesia: ser pastores, no asalariados, ni funcionarios. Tener capacidad de sufrir con la gente, con ternura y mansedumbre. El pueblo, con su olfato, sabe distinguir entre asalariados y “pastores con olor a oveja”, como repite el Papa Francisco. Nos acompaña hoy el Salmo 23 que es como una oda, una imagen preciosa del pastoreo de Dios con su pueblo.
Todos, aun sin cargos oficiales, somos, debemos ser, pastores, pastoras, pastorear la vida amenazada de los sufrientes del mundo. Y, si tenemos alguna tarea o cargo público, sobre todo en las comunidades cristianas, hacer realidad lo que nos aconseja el Papa Francisco: acompañar al pueblo detrás de la marcha para empujar el ritmo, o ir en medio, para sentirnos pueblo con el pueblo, o adelante, para avistar el camino siguiendo a Jesús, el Pastor incomparable y al mismo tiempo el Cordero que da la vida por su rebaño. ¿Cómo equilibras tu tiempo personal, familiar, comunitario, vecinal?
“La Iglesia ha de estar junto a los enfermos, deprimidos y abatidos enseñando a las personas a curarse de heridas pasadas, a liberarse de cuanto las va deteriorando y dañando” (J. Pagola).