Primera lectura: Fil 2,5-11:
Se rebajó, por eso Dios lo levantó
Salmo: 22:
El Señor es mi alabanza en la gran asamblea
Evangelio: Lc 14,15-24:
Vengan, ya todo está preparado
31ª Semana Ordinario Santos Isabel y Zacarías (s. I) San Guido Ma. Conforti (1931)
16 Jesús le contestó: Un hombre daba un gran banquete, al que invitó a muchos.
17 Hacia la hora del banquete envió a su sirviente a decir a los invitados: Vengan, ya todo está preparado.
18 Pero todos, uno tras otro se fueron disculpando. El primero dijo: He comprado un terreno y tengo que ir a examinarlo; te ruego me disculpes.
19 El segundo dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos; te ruego me disculpes. 20El tercero dijo: Me acabo de casar y no puedo ir.
21 El sirviente volvió a informar al dueño de casa. Éste, irritado, dijo al sirviente: Sal rápido a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a pobres, mancos, ciegos y cojos.
22 Regresó el sirviente y le dijo: Señor, se ha hecho lo que ordenabas y todavía sobra lugar.
23 El señor dijo al sirviente: Ve a los caminos y veredas y oblígalos a entrar hasta que se llene la casa.
24 Porque les digo que ninguno de aquellos invitados probará mi banquete.
Continuamos escuchando, comentando y orando este capítulo 14 de Lucas en un ambiente de mesa compartida. Uno de los invitados exclama que será una dicha sentarse al banquete del reino de Dios. Se ve que el interlocutor de Jesús ha escuchado acerca del Reino como una comida compartida en solidaridad. La cuestión es si tiene claro quiénes son los que aprovecharán y disfrutarán de dicho banquete. Una vez más, Jesús hace caer en la cuenta de las dificultades reales que existen en el mundo para celebrar una comida compartida sin que haya excluidos. Precisamente los que se han apegado a los bienes materiales, quienes se aferran a la parentela, o los que tienen poder, prestigio y títulos nobiliarios, se sienten imposibilitados de participar en una mesa común. Todos están convocados a la gran fiesta de la vida. La cuestión es si se acepta o se rechaza dicha invitación. Quien no se aferra a las seguridades relativas y sencillamente vive, se dispone a participar con corazón agradecido de la mesa providente de Dios.
“La actitud más humana y humanizadora: crítica exigente en medio de la sociedad; perdón y ofrecimiento de rehabilitacón a cada persona” (J. Pagola).