Primera lectura: 1Cor 12,12-14.27-31a:
Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro
Salmo: 100:
Somos su pueblo y ovejas de su rebaño
Evangelio: Lc 7,11-17:
“¡Muchacho, a ti te ordeno, levántate!”
24ª Semana Ordinario Santa Hildegarda de Bingen (1179) San Roberto Belarmino (1621)
12 Justo cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a un muerto, hijo único de una viuda; la acompañaba un grupo considerable de vecinos.
13 Al verla, el Señor sintió compasión y le dijo: No llores.
14 Se acercó, tocó el féretro, y los portadores se detuvieron. Entonces dijo: Muchacho, yo te lo ordeno, levántate.
15 El muerto se incorporó y empezó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre.
16 Todos quedaron sobrecogidos y daban gloria a Dios diciendo: Un gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios se ha ocupado de su pueblo. 17La noticia de lo que había hecho se divulgó por toda la región y por Judea.
La fama de Jesús se extiende, por la novedad de su mensaje y práctica pastoral. Es un profeta de la compasión, de los gestos concretos que consuelan a quien lo necesita. Asistimos al funeral del hijo único de una viuda que pasa a formar parte de la lista de los socialmente desamparados. En Jesús, esa mujer sufriente recibe la fuerza de la compasión entrañable de Dios ante una de las situaciones más dolorosas o inexplicables de la vida: la muerte de un ser querido. Cualquier palabra puede ser poca para este momento. Tantas madres que lloran a sus hijos nos pueden hablar de lo innombrable. Jesús se detiene, se acerca y actúa reincorporando al muchacho a la vida. Dios no quiere en desamparo a nadie y nos invita también a ser como Jesús, personas capaces de rehabilitar la vida en todas sus etapas. Es propio del profeta tener compasión del dolor ajeno, identificar las injusticias y anticiparse a las tragedias. De este modo, “Dios se ocupa de su pueblo”, suscitando mujeres y hombres capaces de compasión y ternura.
“Jesús tiene su estilo propio de curar. Curar es su forma de amar. Lo hace con la fuerza de su palabra y los gestos de sus manos” (J. Pagola).