Primera lectura: Núm 21,4b-9:
Los mordidos de serpiente quedarán sanos al mirarla
Salmo: 78:
No olviden las acciones del Señor
Segunda lectura: Flp 2,6-11:
Despojado de su rango, Dios le levantó, sobre todo
Evangelio: Jn 3,13-17:
Tiene que ser elevado el Hijo del hombre
23ª Semana Ordinario Exaltación de la S. Cruz (en algunos países)
14 Como Moisés en el desierto levantó la serpiente, así ha de ser levantado el Hijo del Hombre,
15 para que quien crea en él tenga vida eterna.
16 Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna.
17 Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él.
La cruz, aquel instrumento de tortura y muerte para los malhechores, en Jesús crucificado nos trajo reconciliación y Salvación. Aunque esto de la Salvación en Dios no es un tema recurrente en nuestros días, la preocupación por la eternidad para nuestros antepasados era una realidad muy presente e incluso temida. La fe de nuestro pueblo y la ciencia teológica nos hacen volver a este evangelio donde la Salvación en Jesús pasa por la entrega amorosa de la vida. Todo comienza como un acto de amor universal, sin mérito alguno y sin dejar a nadie afuera; no hay más ni menos dignos en materia de Salvación. Tanto amó Dios al mundo que, con los brazos abiertos en la cruz, acoge a toda su creación para redimirla. En la cruz, están contenidas todas las realidades de dolor de la historia para las cuales se abre un camino de resurrección y de vida nueva. En todo lo que comienza siendo un gesto de amor incondicional no tiene cabida el egoísmo y, mucho menos, la muerte.
“El seguidor de Jesús no puede ignorar el sufrimiento de los demás en su camino hacia la felicidad” (J. Pagola).
