Primera lectura: 1Cor 9,16-19.22b-27:
“Me he hecho todo a todos, para ganar, como sea, a algunos”
Salmo: 84:
“¡Qué deseables son tus moradas, Señor!”
Evangelio: Lc 6,39-42:
¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?
23ª Semana Ordinario San Juan Crisóstomo (407)
40 El discípulo no es más que el maestro; cuando haya sido instruido, será como su maestro.
41 ¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no miras la viga que hay en el tuyo?
42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacarte la pelusa de tu ojo, cuando no ves la viga del tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver claramente para sacar la pelusa del ojo de tu hermano.
Este evangelio nos habla de las relaciones que establecemos al interior de las comunidades, trabajos o familias. Sabemos que éstas son el resultado de una imagen que creemos tener de nosotros y aquella que nos devuelven quienes nos rodean. El conflicto nace cuando estas imágenes no coinciden del todo. En este sentido el camino que estamos invitados a recorrer con Jesús supone dejar de lado las pretensiones, propias o ajenas, abriéndonos a un justo toque de realismo. Vivir y convivir desde una clave del Reino puede exigir una conversión a la horizontalidad participativa, que no a todos les resulta simpática, particularmente a quienes les cuesta valorar las diferencias. La presencia de otros a un mismo nivel evita el deseo del yo y propone un ‘nosotros’ donde ser Pueblo es sinónimo de pluralidad. Este modo de vínculo ya no busca el poder de unos sobre otros sino más bien una comunión afincada en el discernimiento del bien común. En esto consiste la sinodalidad: en ser discípulas y discípulos, caminando uno al lado del otro.
“Lo que sí puede afirmarse es que el individuo que no conoce el amor, ignora la energía más decisiva para vivir una vida saludable” (J. Pagola).