Primera lectura: 1Cor 8,1b-7.11-13:
Pecan contra Cristo
Salmo: 139:
“Guíame, Señor, por el camino eterno”
Evangelio: Lc 6,27-38:
Sean compasivo como su Padre
23ª Semana Ordinario Dulce Nombre de María San Guido de Anderlecht (1012)
28 bendigan a los que los maldicen, recen por los que los injurian.
29 Al que te golpee en una mejilla, ofrécele la otra, al que te quite el manto no le niegues la túnica;
30 da a todo el que te pide, al que te quite algo no se lo reclames.
31 Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes.
32 Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a sus amigos.
33 Si hacen el bien a los que les hacen el bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores lo hacen.
34 Si prestan algo a los que les pueden retribuir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan para recobrar otro tanto.
35 Por el contrario amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Así será grande su recompensa y serán hijos del Altísimo, que es generoso con ingratos y malvados.
36 Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes.
37 No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados.
38 Den y se les dará: recibirán una medida generosa, apretada, sacudida y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan serán medidos.
El cristianismo de nuestro tiempo se encuentra con el desafío de volver a lo orginal de sus orígenes. No para el reconocimiento o la distinción, sino para recuperar los elementos genuinos que definen este camino como una opción alternativa de vida. El día a día, la calle, es el lugar oportuno para ejercitar los buenos gestos de la fe sin mirar a quién, pero siempre con el deseo de hacer el bien. Leyendo así el Evangelio, nos podemos disponer a una dinámica transformadora. Así como nuestras culturas ancestrales nos proponían un buen vivir, comunitario y armónico con la Creación, hoy necesitamos un “cristianismo de calle”, más allá de los templos, también basado en el amor, la bendición y la fe. Jesús incluso da las coordenadas concretas para ejercitar estos principios: la generosidad, la compasión y el buen trato. Somos llamados siempre a contemplar el rostro del Padre, justicia y misericordia pura. En definitiva, se trata de proponer una Iglesia mucho más empática, con comunidades que viven reconciliadas.
“El amor, la amistad, la acogida, la cercanía, la lucha por el débil, son algo gratuito que se ofrece sin esperar nada” (J. Pagola).