Diario Bíblico en Español

10 de Marzo del 2024

Primera lectura: 2 Crónicas 36,14-16.19-23:    
La misericordia del Señor se manifiesta en la deportación y en el retorno
Salmo: 137:   
“Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti”
Segunda lectura: Efesios 2,4-10: 
Estando muertos por los pecados, nos ha hecho vivir por Cristo
Evangelio: Juan 3,14-21:  
Para que el mundo se salve por Él

4º de Cuaresma San Hilario (307) Santa María Eugenia de Jesús (1898)

 
14 En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: Como Moisés en el desierto levantó la serpiente, así ha de ser levantado el Hijo del Hombre,
15 para que quien crea en él tenga vida eterna.
16 Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna.
17 Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él.
18 El que cree en él no es juzgado; el que no cree ya está juzgado, por no creer en el Hijo único de Dios.
19 El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. Y es que sus acciones eran malas.
20 Quien obra mal detesta la luz y no se acerca a la luz, para que no delate sus acciones.
21 En cambio el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz para que se vea claramente que todo lo hace de acuerdo con la voluntad de Dios.
 
 
Comentario 

 

La infidelidad a la Alianza condujo al Pueblo a traicionar el compromiso de practicar la justicia y cuidarse de la idolatría; las consecuencias de su comportamiento irresponsable no se hicieron esperar y tuvieron que afrontar el exilio. En estas condiciones de despojo y fracaso, lo más importante a recordar, según el libro de Crónicas, es la intervención providente de Dios por medio de Ciro, rey persa, que hizo posible el retorno a Jerusalén de las comunidades judías deportadas en Babilonia.
En la Carta a los Efesios, San Pablo aborda el tema de la salvación no como realidad que viviremos depúes de la muerte sino como experiencia vital del presente. Hemos sido «salvados gratuitamente» quiere decir que depende de cada persona creyente desplegar esta condición en su proceder cotidiano. Se puede vivir la Salvación aquí y ahora a partir de la conciencia redentora de quien se sabe hijo e hija de Dios o se puede desperdiciar este regalo de la gracia. Nadie tiene que esperar a morir para experimentar la Salvación en Dios. Si existe preocupación por la condenación, no es algo que dependa del Dios misericordia, sino de cada persona y sus opciones.
El Evangelio plantea tres elementos fundamentales que pueden favorecer el compromiso creyente y la madurez en la fe. De acuerdo al proyecto de Dios propuesto por Jesús, es fundamental: 1) Descubrir que hemos sido creados para alcanzar plenitud de vida y no condiciones infrahumanas o, mucho menos, la muerte. A partir de aquí se puede cuestionar: ¿Por que hay personas que no han alcanzado los mínimos necesarios para tener una vida digna? O bien: ¿Por qué, en lugar de cuidar de la vida, participamos de su deterioro o menosprecio? 2) Practicar la justicia de Dios como realidad necesaria para el equilibrio en la vida y en las relaciones con todos los seres creados. Nos preguntamos: ¿Cómo es la justicia que promueve la comunidad parroquial a la que pertenezco? ¿Se trata de una justicia dispuesta a salvar o a condenar? 3) Ser portadores de la luz que brota de la escucha y vivencia de la Buena Nueva de Jesús. A partir de nuestra pertenencia activa a la comunidad, nos comprometemos a enfrentar con valentía las tinieblas presentes en la realidad. Sólo así llegaremos a evidenciar las mentiras que este sistema-mundo nos vende como caminos de felicidad. ¿Qué necesita tu comunidad para ser testimonio de la luz del Evangelio?
En nuestra oración personal y comunitaria, pidamos por los procesos salvíficos que se van gestando en el seno de la Iglesia.

“La llegada de Dios no puede ser violenta y destructora. Al contrario, significara´ la eliminacio´n de toda forma de violencia entre las personas y los pueblos” (J. Pagola).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El DIARIO BÍBLICO es un servicio desinteresado y no lucrativo que los Misioneros Claretianos de América hacen a la Nueva Evangelización, para las iglesias locales del Continente y de otras iglesias hispanoparlantes de más allá.

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