Primera lectura: 2Cor 9,6-10:
Dios ama al que da con alegría
Salmo: 12:
Dichoso el que se apiada y presta
Evangelio: Jn 12,24-26:
“A quien me sirva, el Padre lo premiará”
18ª Semana Ordinario San Lorenzo (258)
25 El que se aferra a la vida la pierde, el que desprecia la vida en este mundo la conserva para una vida eterna.
26 El que quiera servirme, que me siga, y donde yo estoy estará mi servidor; si uno me sirve, lo honrará el Padre.
Hoy las lecturas elegidas resaltan la figura del diácono Lorenzo, el cuidador de los pobres que, como Jesús, dio su vida para multiplicarla, Lorenzo no tuvo apego a la propia vida,; la entregó para que diera fruto. Porque dar la vida no es pérdida sino ganancia. Ser discípulos es seguir la misma suerte del Maestro. Es entrar en la esfera de Jesús. ‘Despreciar’ la propia vida es conservarla para una vida definitiva. Jesús mismo había anticipado esta manera de vivir cuando dijo: «Yo soy el buen pastor; el buen pastor da la vida por sus ovejas» (Jn 10,11). No es entregar doctrinas sino entregar amor. La muerte es la culminación de un proyecto de donación. Es la firma de una existencia toda ella dedicada a dar amor. Es una muerte que no queda sin dar fruto en la comunidad seguidora de ese estilo de vida. Y en esto el mundo nos conocerá, como a Lorenzo mártir, discípulos y discípulas de Jesús.
“Sin amor no es posible dar pasos hacia un cristianismo más abierto, cordial, alegre, sencillo y amable donde podamos vivir como «amigos» de Jesús” (J. Pagola).