Primera lectura: Is 61,9-11:
Desbordo de gozo con el Señor
Salmo: Interleccional: 1Sm 2,1.4-8:
“Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador”
Evangelio: Lc 2,41-51:
Conservaba todo esto en su corazón
9ª Semana Ordinario INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
42 Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según costumbre.
43 Al terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran.
44 Pensando que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos.
45 Al no encontrarlo, regresaron a buscarlo a Jerusalén.
46 Luego de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
47 Y todos los que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus respuestas.
48 Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
49 Él replicó: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en los asuntos de mi Padre?
50 Ellos no entendieron lo que les dijo.
51 Regresó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
María medita cosas que en ese momento no podía comprender. De regreso de la peregrinación de Jerusalén, Jesús, sin permiso de sus padres, vuelve al Templo para discutir cuestiones relativas a la Ley. La presentación que hace Lucas de Jesús cuando sus padres lo encuentran es significativa, porque el niño es presentado como maestro de la nueva Ley que se inaugura en él. Este anticipo de la misión de Jesús cuenta con un entorno familiar en el que María, mujer, esposa, madre, vecina, jugará un papel fundamental. Seguro hemos oído de la revolución de la ternura empleada por Dios para la instauración de su Reino. Pues no encontraremos otro escenario más sugerente y ejemplar que el de unos padres que se preocupan por el cuidado y el pleno desarrollo de su hijo como el que nos presenta el evangelio de hoy. María se preocupa como toda madre, pero se sabe partícipe del plan de Dios. Ella medita la Palabra encarnada en su Hijo. En nuestras comunidades, ¿reflexionamos como María los acontecimientos a la luz del plan de Salvación?
“El amor de Dios, como es natural, significa docilidad, disponibilidad total y entrega a un Padre que ama sin límites e incondicionalmente a todos sus hijos e hijas” (J. Pagola).