Primera lectura: 1Jn 1,1-4:
Les anunciamos lo que hemos visto y oído
Salmo: 97:
“Alégrense, justos, con el Señor” espíritu”
Evangelio: Jn 20,2-8:
El otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro
San Juan, apóstol y evangelista (s. I)
En un mundo donde se mercantiliza todo, incluso el afecto, corremos el peligro no solo de tergiversar el amor sino de negarnos la oportunidad de vivirlo plenamente. Una relación de amor cultivada a partir de la reciprocidad, la confianza y la fidelidad no se rompe sino que se eterniza. Celebramos la memoria de Juan, el apóstol y evangelista a quien Jesús amaba. Ahora, frente al sepulcro vacío, se sentirá enviado a compartir no sólo su fe en Jesús sino esa clase de amor que lo trasciende y lo supera todo, incluso la muerte. Así como este tiempo es propicio para los encuentros y las manifestaciones de amor compartidas, resignifica la pérdida de un ser querido. Que sea en el seno de la familia y de nuestras comunidades donde fomentemos las entregas de amor generoso y corrijamos aquellas actitudes que lo deforman. Pidamos al Jesús niño nos ayude a crecer y madurar en el amor, tejiendo como él relaciones que pervivan en cualquier circunstancia.
“El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y reclamos, con su alegría en un constante cuerpo a cuerpo” (EG 88).