Primera lectura: Os 2,16.17b-18.21-22:
“Me casaré contigo”
Salmo: 145:
El Señor es clemente y misericordioso
Evangelio: Mt 9,18-26:
“Mi hija murió. Ven y vivirá”
14ª Semana Ordinario San Procopio (303)
19 Jesús se levantó y le siguió con sus discípulos.
20 Entre tanto, una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, se le acercó por detrás y le tocó el borde de su manto.
21 Pues se decía: Con sólo tocar su manto, quedaré sana.
22 Jesús se volvió y al verla dijo: ¡Ten confianza, hija! Tu fe te ha sanado. Al instante la mujer quedó sana.
23 Jesús entró en casa del jefe y al ver a los flautistas y el barullo de gente,
24 dijo: Retírense; la muchacha no está muerta, sino dormida. Se reían de él.
25 Pero, cuando echaron a la gente, él entró, la tomó de la mano y la muchacha se levantó.
26 El hecho se divulgó por toda la región.
Se mantenían vivos los recuerdos de los gestos salvadores de Jesús en las comunidades primitivas. Mateo nos dice que la hija del jefe de la sinagoga estaba muerta para evidenciar el poder de Jesús. Marcos y Lucas dirán que estaba muy grave. Se ha de resaltar la fe tanto del jefe de la sinagoga como de la hemorroísa. La vida vale más que las prácticas religiosas y no tienen reparo en acudir a Jesús. La hemorroísa rompe con la prohibición de tocar a un varón tal como lo prescribe la ley; por detrás toca el borde, las borlas del manto de Jesús. Las borlas eran una tradición judía para recordar los mandamientos de la Ley. Tocarlas era tocar la identidad profunda de una persona. Hablar de dos mujeres “muertas en vida” en una cultura machista permite al evangelista resaltar el comportamiento revolucionario de Jesús con respecto a la dignificación de la mujer. Atendamos a los gestos: imponer las manos, tocar el vestido, tomar de la mano. Gestos que nos invitan a vivir la fe con gestos concretos.
“Esta es siempre la tarea: entrar en la sociedad, sanar lo que hay en ella de enfermo y, desde esa acción sanadora, proclamar a un Dios Salvador” (J. Pagola).