Primera lectura: 2Sm 24,2.9-17:
“Perdona la culpa de tu siervo, porque he hecho una locura”
Salmo: 32:
“Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado”
Evangelio: Mc 6,1-6:
A un profeta lo desprecian sólo en su patria
4a Semana Ordinario San Juan Bosco (1888)
2 Un sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud que lo escuchaba comentaba asombrada: ¿De dónde saca este todo eso? ¿Qué clase de sabiduría se le ha dado? Y, ¿qué hay de los grandes milagros que realiza con sus manos?
3 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago y José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas? Y esto era para ellos un obstáculo.
4 Jesús les decía: A un profeta lo desprecian sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa.
5 Y no podía hacer allí ningún milagro, salvo unos pocos enfermos a quienes impuso las manos y curó.
6 Y se asombraba de su incredulidad. Después recorría las aldeas vecinas enseñando.
En el regreso de Jesús a su tierra, inquieta la incredulidad de sus conciudadanos, no tanto porque le conozcan a él y a su familia, sino porque no creen que Dios se haga presente o se manifieste en las personas empobrecidas. Pero esta desconfianza servirá como lección para quienes siguen su causa, pues los prepara implícitamente para el rechazo, situación que les tocará enfrentar a ellos después. A pesar de que sus paisanos llegan a reconocer su sabiduría, lo desprecian por su origen quedándose con el prejuicio, es decir, poniendo ellos mismos un obstáculo para la fe. Hemos mencionado que una de las debilidades de mirar en vertical es que confiamos a ciegas en los que están mejor posicionados y desconfiamos de nuestras posibilidades o de quienes son como nosotros. En las comunidades cristianas se han de entablar relaciones de aprecio y valoración mutua, abriendo espacios de diálogo sincero donde se puedan corregir faltas o superar diferencias. Se crece en eficacia misionera cuando se generan ambientes de confianza y libertad.
“Ningún profeta se había acercado a ellos en esa actitud de respeto, amistad y simpatía. Lo de Jesús era inaudito” (J. Pagola).