Primera lectura: Sabiduría 1,13-15; 2,23-24:
Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo
Salmo: 30:
“Te ensalzaré, Señor, porque me has librado”
Segunda lectura: 2 Corintios 8,7.9.13-15:
Que su abundancia ayude a los hermanos pobres
Evangelio: Marcos 5,21-43:
“Contigo hablo, niña, levántate”
13º Ordinario Santos Protomártires de Roma (s. I-IV)
22 llegó un jefe de la sinagoga llamado Jairo, y al verlo se postró a sus pies
23 y le suplicó insistentemente: Mi hijita está agonizando. Ven e impón las manos sobre ella para que sane y conserve la vida.
24 Se fue con él. Le seguía un gran gentío que lo apretaba por todos lados.
25 Una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias,
26 que había sufrido mucho en manos de distintos médicos gastando todo lo que tenía, sin obtener mejora alguna, al contrario, peor se había puesto,
27 al escuchar hablar de Jesús, se mezcló en el gentío, y por detrás le tocó el manto.
28 Porque pensaba: Con sólo tocar su manto, quedaré sana.
29 Al instante desapareció la hemorragia, y sintió en su cuerpo que había quedado sana.
30 Jesús, consciente de que una fuerza había salido de él, se volvió a la gente y preguntó: ¿Quién me ha tocado el manto?
31 Los discípulos le decían: Ves que la gente te está apretujando, y preguntas ¿quién te ha tocado?
32 Él miraba alrededor para descubrir a la que lo había tocado.
33 La mujer, asustada y temblando, porque sabía lo que le había pasado, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad.
34 Él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y sigue sana de tu dolencia.
35 Aún estaba hablando cuando llegaron algunos de la casa del jefe de la sinagoga y dijeron: Tu hija ha muerto. No sigas molestando al Maestro.
36 Jesús, sin hacer caso de lo que decían, dijo al jefe de la sinagoga: No temas, basta que tengas fe.
37 Y no permitió que lo acompañara nadie, salvo Pedro, Santiago y su hermano Juan.
38 Llegaron a casa del jefe de la sinagoga, vio el alboroto y a los que lloraban y gritaban sin parar.
39 Entró y les dijo: ¿A qué viene este alboroto y esos llantos? La muchacha no está muerta, sino dormida. }
40 Se reían de él. Pero él, echando afuera a todos, tomó al padre, a la madre y a sus compañeros y entró adonde estaba la muchacha.
41 Sujetando a la niña de la mano, le dijo: Talitha qum, que significa: Chiquilla, te lo digo a ti, ¡levántate!
42 Al instante la muchacha se levantó y se puso a caminar –tenía doce años–. Ellos quedaron fuera de sí del asombro.
43 Entonces les encargó encarecidamente que nadie se enterara de esto. Después dijo que le dieran de comer.
Antiguamente se tenía la idea equivocada que veníamos al mundo con defecto de fábrica, fruto del pecado original. Las abuelas y los padres corrían a la Iglesia a pedir el bautismo con la creencia de que esto se corregía con el sacramento. No es cierto ni lo uno, ni lo otro. Primero, no venimos al mundo en pecado, nacemos en un mundo empecatado que puede herirnos, pero no traemos el pecado dentro ya que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Es bueno repasar el libro de la Sabiduría para seguir corrigiendo estas ideas y, sobre todo, para disponer una catequesis bautismal más madura que ayude a los padres y bautizandos a encontrar el momento adecuado y prudente para el sacramento, sin prisas de ninguna clase.
La lectura de Pablo a los Corintios es una invitación a poner en una balanza las bendiciones recibidas y las compartidas; siempre quedaremos en deuda con Dios y con el prójimo empobrecido. Dios que no se deja ganar en generosidad nos llama a compartir y a no defraudar porque eso hoy ofrendamos, tiene su recompensa. Compartir con las personas necesitadas quienes aparentemente no tienen cómo pagarnos son la oportunidad para recibir esa riqueza espiritual que no se puede comprar con nada.
El relato del evangelio contiene dos relatos de curación que fácilmente relacionamos con la primera lectura porque la enfermedad era en aquella cultura sinónimo de pecado, de impureza legal y por tanto una maldición que traía la muerte y apartaba de Dios para siempre. Ambas curaciones son una catequesis para recordar los efectos del mal, a propósito del deterioro de nuestra salud y cómo necesitamos de la fortaleza interior o de la ayuda de Dios y de nuestros seres queridos para recobrar eso que creíamos perdido.
El número doce tiene el papel de ser una bisagra en la estructura del relato, junto a la fe como otro elemento unificador para la realización de la curación. Sobre la curación de la muchacha, es el padre, un jefe de la sinagoga, que desesperado va en busca de ayuda. De camino a casa del jefe de la sinagoga una mujer enferma se aproxima para tocar a Jesús con la certeza de conseguir sanación con sólo tocarlo. Es esta misma fe la que motivó a ambos a encontrase con Jesús. A propósito de la fe que no puede ser utilizada como recurso mágico sino como elemento que fortalece y mueve a la acción. Si realmente queremos conseguir calidad de vida, entones tenemos que empezar evitando aquello que nos enferma o perjudica.
“Jesús adoptó ante las mujeres una actitud tan sorprendente que desconcertó incluso a sus discípulos” (J. Pagola).