Primera lectura: 2Sm 18,9-10.14b.24-25a.30–19,3:
“¡Absalón, hijo mío, Absalón!”
Salmo: 86:
“Inclina tu oído, Señor; escúchame”
Evangelio: Mc 5,21-43:
“Contigo hablo, niña: ¡levántate!”
4a Semana Ordinario Santa Jacinta de Mariscotti (1640)
22 llegó un jefe de la sinagoga llamado Jairo, y al verlo se postró a sus pies
23 y le suplicó insistentemente: Mi hijita está agonizando. Ven e impón las manos sobre ella para que sane y conserve la vida.
24 Se fue con él. Le seguía un gran gentío que lo apretaba por todos lados.
25 Una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias,
26 que había sufrido mucho en manos de distintos médicos gastando todo lo que tenía sin obtener mejora alguna, al contrario, peor se había puesto,
27 al escuchar hablar de Jesús, se mezcló en el gentío, y por detrás le tocó el manto.
28 Porque pensaba: Con sólo tocar su manto, quedaré sana.
29 Al instante desapareció la hemorragia, y sintió en su cuerpo que había quedado sana.
30 Jesús, consciente de que una fuerza había salido de él, se volvió a la gente y preguntó: ¿Quién me ha tocado el manto?
31 Los discípulos le decían: Ves que la gente te está apretujando, y preguntas ¿quién te ha tocado?
32 Él miraba alrededor para descubrir a la que lo había tocado.
33 La mujer… le confesó toda la verdad.
34 Él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y sigue sana de tu dolencia.
35 Aún estaba hablando cuando llegaron algunos de la casa del jefe de la sinagoga y dijeron: Tu hija ha muerto. No sigas molestando al Maestro…
41 Sujetando a la niña de la mano, le dijo: Talitha qum, que significa: Chiquilla, te lo digo a ti, ¡levántate!
42 Al instante la muchacha se levantó y se puso a caminar –tenía doce años–. Ellos quedaron fuera de sí del asombro.
43 Entonces les encargó encarecidamente que nadie se enterara de esto. Después dijo que le dieran de comer
En los dos milagros del relato aparecen varios elementos comunes encabezados por las palabras ‘salvar’, ‘creer’ y ‘tocar (tomar la mano)’. El común denominador de las dos curaciones es el efecto sanador de quien “toca” o “es tocado” por la persona de Jesús y la esperanza de saberse salvados-sostenidos-dignificados por la misericordia de Dios. Tocar evoca cercanía y, en el caso de Jesús, es dejarlo entrar para la común-unión. En la mujer que sufre los flujos de sangre está un dinamismo de fe que supera todo tabú cultual,} a propósito de su impureza. Pero la cercanía de Jesús –que la llama ‘hija’– la libera del miedo y de la enfermedad. En Jairo se percibe la fe como confianza total en quien tiene poder sobre la muerte; en la hija presenciamos la eficacia de una fe capaz de revitalizar a quien se tenía por muerta. ¿Qué pudiera estarnos desagrando o conduciendo a una muerte lenta en nuestras familias y comunidades? ¿Qué necesitamos implementar para ser cuidadores de la vida a ejemplo de Jesús?
“Una relación sana con Dios puede ser fundamento y estímulo de una «salud espiritual» que favorece una vida saludable en todas las esferas del ser humano” (J. Pagola).