Primera lectura: Éx 12,1-8.11-14:
Prescripciones sobre la cena pascual
Salmo: 116:
El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristomesaban mi barba”
Segunda lectura: 1Cor 11,23-26:
Cada vez que coman y beban, proclamarán la muerte del Señor
Evangelio: Jn 13,1-15:
Los amó hasta el extremo
JUEVES SANTO Al atardecer inicia el Triduo Pascual
2 Durante la cena, cuando el Diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara,
3 sabiendo que todo lo había puesto el Padre en sus manos, que había salido de Dios y volvía a Dios,
4 se levanta de la mesa, se quita el manto, y tomando una toalla, se la ató a la cintura.
5 Después echa agua en un recipiente y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba en la cintura.
6 Llegó a Simón Pedro, el cual le dice: Señor, ¿tú me vas a lavar los pies?
7 Jesús respondió: Lo que yo hago no lo entiendes ahora, más tarde lo entenderás.
8 Replica Pedro: No me lavarás los pies jamás. Le respondió Jesús: Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.
9 Le dice Simón Pedro: –Señor, si es así, no sólo los pies, sino las manos y la cabeza.
10 Le responde Jesús: El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos.
11 Conocía al que lo iba a entregar y por eso dijo que no todos estaban limpios.
12 Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: ¿Comprenden lo que acabo de hacer?
13 Ustedes me llaman maestro y señor, y dicen bien.
14 Pero si yo, que soy maestro y señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.
15 Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.
Iniciamos este camino de tres días de “la memoria” de nuestra fe en Jesús, muerto y resucitado. Seguro que hemos oído sobre la importancia de rememorar para no olvidar, sobre todo, en tiempos en los que parece que la Semana Santa ya no representa lo que antiguamente. Y no es que debamos tener una mirada nostálgica hacia lo que ya no se valora en materia de liturgia o de religiosidad popular. Esta “memoria” sobre Jesús tiene que llevarnos recobrar el sentido subversivo o revolucionario de la causa del Reino. Precisamente con sus gestos Jesús subvierte el orden del mundo para que quienes se sienten dueños y señores no olviden que la vida está más allá de aquello que les ha dado poder y privilegios. A su vez, recuerda que el mayor tesoro que poseemos los seres humanos es nuestra dignidad. En una mesa compartida en la que hay lugar para todos y en un gesto de abajamiento humilde, símbolo del servicio, queda plasmado el sueño de Dios para la humanidad.
“La cena del Señor no solo expresa y crea la comunión con Cristo, sino también la comunión entre los que lo seguimos” (J. Pagola).