Primera lectura: 2Re 25,1-12:
Marchó Judá al desierto
Salmo: 137:
“Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti”
Evangelio: Mt 8,1-4:
“Si quieres, puedes limpiarme”
12ª Semana Ordinario San Ireneo (s. II)
2 Un leproso se le acercó, se postró ante él y le dijo: Señor, si quieres, puedes sanarme.
3 Él extendió la mano y le tocó diciendo: Lo quiero, queda sano. Y en ese instante se sanó de la lepra.
4 Jesús le dijo: No se lo digas a nadie; ve a presentarte al sacerdote y, para que les conste, lleva la ofrenda establecida por Moisés.
Jesús desciende del monte, luego de la proclamación del mensaje, y confirma mediante una curación los efectos positivos de la presencia del Reino en la vida de los más vulnerables. El leproso se postró ante Jesús, reconociendo esa fuerza de Dios que lo habitaba. El leproso no podía acercarse a otra persona porque podía contaminarla, además de transgredir la Ley. Para Jesús es la oportunidad de mostrar la misericordia y cercanía de Dios que vela por los marginados y excluidos. La lepra no puede contaminarlo, al contrario, la lepra desaparece cuando el leproso es tocado por Jesús. La fuerza curativa de Dios que habita en Jesús es capaz de trasmitir sanidad instantánea al enfermo. En este escenario, la invitación es a la proximidad, la compasión y la ternura que evite la marginación y mitigue el dolor. Se trata de dejarse transformar en contacto con quien sufre y no vivir de prejuicios o miedos infundados. Nuestras comunidades eclesiales han de tener como característica común la acogida y atención a las personas enfermas y excluidas.
“Es el Espíritu el que ha de dinamizar, orientar y estructurar la acción salvadora-sanadora de la comunidad eclesial” (J. Pagola).