Primera lectura: 1Jn 1,5–2,2:
La sangre de Jesús nos limpia los pecados
Salmo: 124:
Hemos salvado la vida, como un pájaro de la trampa del cazador
Evangelio: Mt 2,13-18:
Herodes mandó matar a todos los niños en Belén
Santos Inocentes
La memoria de los santos inocentes se presenta como oportunidad para repensar las relaciones asimétricas que van generando desigualdad y abusos hacia los más vulnerables en las sociedades adultocéntricas. En escenarios como los nuestros, escuchamos de daños colaterales o del mal necesario sin una pizca de remordimiento. Ser adulto, en el sistema-mundo actual, no otorga el derecho de vivir de cualquier manera ni da licencia para atropellar la dignidad de nadie, mucho menos de los niños y las niñas. Además de trabajar en la inteligencia emocional que favorezca procesos sanadores o de reconciliación, se necesita de legislaciones eficaces que eviten los abusos a todo nivel. Frente a tantas denuncias de abuso cometidas no sólo por líderes religiosos sino en el seno de muchas familias, el compromiso de la Iglesia en la defensa y reparación de daño es cada vez mayor. Pidamos al Dios de los inocentes nos ayude a proteger lo sagrado de toda vida, denunciando y erradicando con determinación toda clase de violencia.
“Las persecuciones no son una realidad del pasado, porque hoy también las sufrimos, sea de manera cruenta, como tantos mártires contemporáneos, o de un modo más sutil, a través de calumnias y falsedades” (GE 94).