Primera lectura: Job 38,1.8-11:
Aquí se romperá la arrogancia de tus olas
Salmo: 107:
Den gracias al Señor, porque es eterna su misericordia
Segunda lectura: 2 Corintios 5,14-17:
Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo
Evangelio: Marcos 4,35-40:
“¿Quién es éste, a quien hasta el viento y las aguas le obedecen?”
12o Ordinario San José Cafasso (1860)
36 Ellos despidieron a
la gente y lo recogieron en la barca tal como estaba; otras barcas lo acompañaban.
37 Se levantó un viento huracanado, las olas rompían contra la barca que se estaba llenando de agua.
38 Él dormía en la popa sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no te importa que naufraguemos?
39 Se levantó, increpó al viento y ordenó al lago: ¡Calla, enmudece! El viento cesó y sobrevino una gran calma.
40 Y les dijo: ¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?
El escenario narrativo es el lago de Galilea, descrito como un mar embravecido por un viento huracanado y olas que golpean la barca. En el lenguaje bíblico esta imagen nos remite al abismo de aguas (Gén 1, 2) o al mar como enemigo de YHWH (cf. Sal 65,8; 89,10-11; Job 9,14; 26,12). Los pueblos vecinos creían que el mar estaba bajo el poder de un dios o monstruo marino. En la literatura mesopotámica el dios de la tormenta Marduck derrota al monstruo marino Tiamat y en la literatura cananea el dios Baal derrota Yamm dios del mar.
El personaje principal es Jesús, quien a semejanza de Dios en el A.T, ordena al viento y las aguas que se tranquilicen revelando su soberanía. Primero, Jesús está dormido y solo reacciona ante el pedido de ayuda de los discípulos, dando a entender que la tormenta en sí no le preocupaba. Los discípulos que son los personajes secundarios se presentan temerosos y desconcertados ante la tranquilidad de Jesús hasta que claman por su ayuda. Jesús recrimina la falta de confianza de los discípulos evidenciando su cobardía y falta de fe. Para Jesús, los cristianos deben ser varones y mujeres valientes a la hora de enfrentar las adversidades.
La Iglesia, representada en la barca en la que van los discípulos y Jesús, solo podrá vencer al mal y a las potencias que parecen dominar el destino del mundo, si acompañados de Jesús despiertan en sentido de confianza comunitaria y la fe personal. Aunque, a veces, pareciera que no está presente en la vida de la comunidad, en realidad siempre está con la Iglesia y no deja de socorrerla; la valentía que debe de tener la comunidad discipular radica en la confianza y esperanza en que el poder de Dios es más grande que todo ese mal envolvente y asfixiante.
El texto de la primera lectura tiene una relación estrecha al presentar en Job a Dios deteniendo la fuerza de las olas del mar, invitando nuevamente a la confianza en tiempos adversos. Y la segunda lectura nos recuerda que en Jesús nuestra vida está llamada a desarrollar fortaleza espiritual para no actuar por histeria colectiva o miedos infundados, sino por criterios y discernimiento divino que nos permitan buscar soluciones y no más preocupaciones. Nuestras comunidades cristianas han de poner su confianza en Jesús que se manifiesta en nuestros encuentros, invitándonos a superar todo mal e injusticia. ¿Acaso dejamos que el miedo ante los problemas de la vida nos paralice?
“Quienes fácilmente nos llamamos creyentes deberíamos escuchar con sinceridad las palabras de Jesús” (J. Pagola).