Primera lectura: Cant 3,1-4a:
“Encontré el amor de mi alma”
Salmo: 62:
Mi alma está sedienta de ti, mi Dios”
Evangelio: Jn 20,1.11-18:
“Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?”
16ª Semana Ordinario Santa María Magdalena (s. I)
11 María estaba afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro
13 Le dicen: Mujer, ¿por qué lloras? María responde: Porque se han llevado a mi señor y no sé dónde lo han puesto.
14 Al decir esto, se dio media vuelta y ve a Jesús de pie; pero no lo reconoció.
15 Jesús le dice: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, creyendo que era el jardinero, le dice: Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.
16 Jesús le dice: ¡María! Ella se vuelve y le dice en hebreo: Rabbuni –que significa maestro–.
17 Le dice Jesús: Déjame, que todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, el Padre de ustedes, a mi Dios, el Dios de ustedes.
18 María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: He visto al Señor y me ha dicho esto.
María Magdalena es la primera testigo de la Resurrección, apóstol de los apóstoles. Rechazada, olvidada, proclamada prostituta, vanguardia de la iglesia, icono del movimiento dignificador de la mujer. Seguidora del movimiento de Jesús en Galilea, discípula hasta en los momentos difíciles de Jesús, acompañante de Galilea a Jerusalén camino de la Cruz. La primera testigo de la Resurrección. Su testimonio es resistido por los discípulos de Emaús, que prefieren abandonar la causa del Resucitado. Es que el testimonio de las mujeres no tenía valor en aquella cultura. En un mundo patriarcal, cobra relieve su testimonio, su experiencia de que Jesús está vivo. Es una pionera. Abre camino al movimiento de Jesús en el tiempo de la Pascua. «Los discípulos no le creyeron» (Mc 16,10-15). Testigo de la propuesta de Jesús: un mundo de iguales. Su figura ha sido reconstruida por la hermenéutica feminista. Su testimonio se iguala en importancia al testimonio de Pedro. Todo un referente en este momento eclesial en el que las mujeres se vuelven protagonistas y en el que su presencia es valorada en las comunidades eclesiales y en todo el mundo.
“El reino de Dios se gesta en una comunidad donde hay mujeres y hombres que, al estilo de Jesús, saben abrazar, bendecir y cuidar a los más débiles y pequeños” (J. Pagola).