Primera lectura: Hch 15,7-21:
No hay que molestar a los gentiles
Salmo: 96:
Cuenten a los pueblos la gloria del Señor
Evangelio: Jn 15,9-11:
“Les he dicho esto para que sean felices”
5ª Semana de Pascua San Atanasio (373)
10 Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
11 Les he dicho esto para que participen de mi alegría y sean plenamente felices.
Los seres humanos de todos los tiempos han buscado la ruta de la felicidad. Sin embargo, es ilusoria cuando se la busca en estímulos externos. Para Jesús, la felicidad no viene de fuera pues está determinada por el amor de Dios que brota de nuestro interior; hacerlo surgir depende de cada creyente y de la conciencia que se tenga de ese manantial personal. Emerge porque somos imagen del que nos creó. Sabernos amados nos capacita para amar. Por el contrario, quien no descubre ese amor se agota porque siempre estará buscando aprobación o gratificaciones. La felicidad pasa entonces por la aceptación de la Palabra que nos habita y, también, por el cumplimiento del mandamiento del amor, que se resume en amar a Dios y al prójimo como a uno mismo. Es decir, un amor eficaz que se traduce en cuidar de la vida en todas sus formas, particularmente, de la vida más vulnerable o amenazada. La felicidad plena pasa por la entrega incondicional de la vida, tal como lo enseñó Jesús.
“Una comunidad Cristiana que no ha descubierto el reino de Dios no conoce bien a Jesús, no puede seguir sus pasos” (J. Pagola).