Primera lectura: Am 3,1-8; 4,11-12:
“Prepárate a encararte con tu Dios”
Salmo: 5:
“Señor, guíame con tu justicia”
Evangelio: Mt 8,23-27:
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma
13ª Semana Ordinario Santos Proceso y Martiniano (s. I)
24 De pronto se levantó tal tempestad en el lago que las olas cubrían la embarcación, mientras tanto, él dormía.
25 Los discípulos se acercaron y lo despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!
26 Él les dice: ¡Qué cobardes y hombres de poca fe son ustedes! Se levantó, increpó a los vientos y al lago, y sobrevino una gran calma.
27 Los hombres decían asombrados: ¿Quién es éste, que hasta los vientos y el lago le obedecen?
Jesús tiene el poder de ordenar al viento y al oleaje que se calmen. Es la misma acción que realiza Dios en varios pasajes del Antiguo Testamento (cf. Sal 65,8; 89,10-11; Job 9,14; 26,12). Mateo da a entender que la Iglesia (los discípulos en la barca) solo pueden vencer al mal (el viento y el mar) si está en comunión con Jesús y tiene fe en él. El texto invita a no dejarse invadir por el miedo frente al mal que repentinamente nos sacude y tampoco dejarse doblegar por la injusticia que se comete en nuestros pueblos y en el mundo. El discípulo de Jesús debe caracterizarse por la valentía y la confianza en el poder de Dios siendo como Jesús, capaz de increpar al viento y trayendo la paz en ambientes de poca fe. ¿Nuestras comunidades eclesiales se preparan para denunciar las injusticias y enfrentar a los poderes de este mundo? Es necesario identificar esos espacios o momentos que reservamos para el fortalecimiento o cuidado de nuestra vida espiritual, no para la fuga mundi, sino para el compromiso transformador.
“Les llama a compartir su pasión por Dios y su disponibilidad total al servicio de su reino. Quiere encender en ellos el fuego que arde en su corazón” (J. Pagola).