Primera lectura: Jer 26,1-9:
El pueblo se juntó en el Templo
Salmo: 69:
“Que m escuche tu gran bondad, Señor”
Evangelio: Mt 13,54-58:
“¿No es éste el hijo del carpintero?”
17ª Semana Ordinario Ntra. Sra. de los Ángeles (Costa Rica) San Eusebio de Vercelli (371) San Pedro Julián Eymard (1868)
55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?
56 Sus hermanas, ¿no viven entre nosotros? ¿De dónde saca todo eso?
57 Y esto era para ellos un obstáculo. Jesús les dijo: A un profeta sólo lo desprecian en su patria y en su casa.
58 Y por su incredulidad, no hizo allí muchos milagros.
«Vino a los suyos y los suyos no lo reconocieron», nos dice el prólogo del evangelio de Juan. En Jesús, Dios se acercó discretamente. Se manifestó en la humildad de nuestra carne. Esa manera de hablar de Dios, esa interpretación del reino de Dios, esa libertad frente a las prácticas de culto en sábado, esas curaciones y liberaciones realizadas desconciertan. Todo eso provoca asombro, interrogantes y escándalo. ¿Cómo se atreve hablar así si no ha cursado estudios en ninguna universidad y tampoco pertenece a la clase sacerdotal? Es simplemente el hijo de un carpintero… Si él es pueblo-pueblo… Conocemos a su familia. ¿Cómo se atreve? Sólo la fe es un camino abierto para reconocer la presencia de Dios en la cotidianidad. Es una tentación querer encontrarlo buscando cosas fantásticas y maravillosas. La gloria de Dios está presente en la monotonía de las horas y los días. Damos gracias a Dios Padre, unidos a Jesús, por haber revelado estas cosas a la gente sencilla. ¿Es así como experimentamos al Dios de Jesús?
“Necesitamos el contacto vivo con su persona: conocer mejor a Jesús y sintonizar vitalmente con él y su causa” (J. Pagola).