17 de Enero del 2024

2a Semana Ordinario Santa María Antonia París (1885) San Antonio Abad (356)

 

1 Entró Jesús otra vez en la sinagoga, donde había un hombre que tenía la mano paralizada.
2 Los fariseos lo vigilaban para ver si lo curaba en sábado, con intención de acusarlo.
3 Dijo Jesús al hombre de la mano atrofiada: Ponte en medio.
4 Y les preguntó a ellos: ¿Qué está permitido en sábado? ¿Hacer el bien o el mal? ¿Salvar la vida o dar muerte? Ellos callaban.
5 Entonces Jesús los miró indignado, aunque dolorido por la dureza de sus corazones, y dijo al hombre: Extiende la mano. El hombre la extendió y la mano quedó curada.
6 Los fariseos salieron inmediatamente y deliberaron con los herodianos cómo acabar con él.

Comentario 

 

La curación de una parálisis en sábado será el motivo por el que se comienza a orquestar el plan de los fariseos y herodianos de acabar con la vida de Jesús. El hombre curado es puesto en la sinagoga como concreción de la ley fundamental: “Amarás al Señor, tu Dios…”, que, en Jesús, pasa de ser una ley condenatoria a un compromiso de justicia: “salvar la vida”. Jesús cierra la discusión sobre el sábado priorizando hacer el bien sobre cualquier condena que pudiera recibir como transgresor de la ley. ¿Por qué será que en la mayoría de ambientes cristianos somos propensos a la condena de las faltas cometidas? ¿Será por la misma razón que vemos largas filas en muchos confesionarios? Es necesario recordar que pertenecemos a una comunidad de pecadores llamados a la santidad, pero esto no significa que a punta de dedo y de críticas alcanzaremos la plenitud del amor de Dios. Seamos de las personas que no ponen obstáculos o barreras y atendamos la invitación de Jesús a acompañar procesos de rehabilitación y dignificación.

“No se puede generar o irradiar salud cuando se vive de manera enfermiza. De ahí la necesidad de purificar desde el espíritu evangélico la falsa religiosidad” (J. Pagola).