Primera lectura: Ezequiel 17,22-24:
Ensalcé un árbol humilde
Salmo: 92:
Es bueno dar gracias al Señor
Segunda lectura: 2 Corintios 5,6-10:
En destierro o en patria nos esforzamos en agradar a Dios
Evangelio: Marcos 4,26-34:
Era la semilla más pequeña, pero se hace la más grande
11º Ordinario Juan Francisco de Regis (1640)
27 de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece sin que él sepa cómo.
28 La tierra por sí misma produce fruto: primero el tallo, luego la espiga, y después el grano en la espiga.
29 En cuanto el grano madura, mete la hoz, porque ha llegado la cosecha.
30 Dijo también: ¿Con qué compararemos el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo explicaremos?
31 Con una semilla de mostaza: cuando se siembra en tierra es la más pequeña de las semillas;
32 después de sembrada crece y se hace más alta que las demás hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves del cielo pueden anidar a su sombra.
33 Con muchas parábolas como éstas les exponía la Palabra, conforme a lo que podían comprender.
34 Sin parábolas no les exponía nada; pero aparte, a sus discípulos les explicaba todo.
La liturgia de la Palabra para este Domingo insiste en los frutos que hemos de producir como árboles plantados por Dios. Cada ser humano recibe de parte de Dios dones y cualidades que le disponen al encuentro y al intercambio con el resto de la creación. La misión de cada creyente es vivir bajo los cuidados del Dios-cuidador para crecer en amor.
San Pablo se refiere a nuestro cuerpo como una tienda o morada terrenal que nos dispone u obstaculiza vivir en Dios; con lo cual recibimos una atenta invitación a no dejar que nuestro cuerpo sea esclavo de sus instintos, sino que procuremos enaltecer con él la presencia del Dios que nos habita.
El relato del evangelio esta dividido en 3 partes, una parábola de una semilla que crece por sí sola, la parábola de la semilla de mostaza y la conclusión sobre el uso de las parábolas que cierra toda una sección narrativa que inicia el Marcos 4,1. Estas parábolas tienen la intención de explicar cómo se va manifestando el Reino de Dios. Jesús hace uso de imágenes conocidas en la agricultura como es la siembra, para explicar que este espacio-realidad-experiencia crece poco a poco y es por iniciativa divina. Los seres humanos al igual que el sembrador colaboran con la construcción del Reino, pero es obra de Dios.
La parábola de la semilla de mostaza encuentra referencia en el libro del profeta Ezequiel que habla de un árbol de cedro del cual toma una ramita que, al plantarla y permanecer bajo sus cuidados, crece y se fortalece. Lo más gratificante para el campesino o para el agricultor es ver el crecimiento fuerte y la cosecha abundante de aquello que sembró con esfuerzo. Jesús, se muestra a sí mismo como esa pequeña semilla sembrada por Dios, que ahora es un árbol capaz de cobijar a quienes quieran estar bajo su protección.
Jesús habla en parábolas porque actúa como profeta exhortando a las personas a que reciban el Reino de Dios, colaborando con su crecimiento y teniendo la confianza que Dios es quien lo hará crecer en medio de las dificultades y rechazo de las personas. También usa la parábola porque es un medio por el cual el oyente debe discernir y tomar una decisión frente al Reino. La parábola queda oscura para las personas que no acogen con agrado la Buena Noticia del Reino que trae Jesús. Las comunidades de fe han de colaborar con la construcción del Reino, alzando la voz en contra de las injusticias del mundo, principalmente las que se cometen contra las poblaciones más vulnerables y empobrecidas.
“Anuncia su reino poniendo en marcha un proceso de sanación tanto individual como social. Su intención de fondo es clara: curar, aliviar el sufrimiento, restaurar la vida” (J. Pagola).