Primera lectura: 1Re 11,29-32; 12,19:
Se independizó Israel de la casa de David
Salmo: 81:
“Yo soy el Señor Dios tuyo – escucha mi voz”
Evangelio: Mc 7,31-37:
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos
5a Semana Ordinario San Miguel Febres (1910)
32 Le llevaron un hombre sordo y tartamudo y le suplicaban que impusiera las manos sobre él.
33 Lo tomó, lo apartó de la gente y, a solas, le metió los dedos en los oídos; después le tocó la lengua con saliva;
34 levantó la vista al cielo, suspiró y le dijo: Effatá, que significa ábrete.
35 Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó el impedimento de la lengua y hablaba normalmente.
36 Les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más insistía, más lo pregonaban.
37 Llenos de asombro comentaban: Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
Jesús le dice al sordomudo Effatá (¡Ábrete!). Le ordena al oído cerrado y a la lengua inerte que se desaten para que pueda ser oyente y servidor del Reino, que está cerca. Desde el inicio del texto se resalta que los paganos valoran la misión de Jesús; le llevan a una persona sorda y muda e interceden para que le imponga las manos. La primera acción de Jesús es llevarlo aparte, sacarlo de la muchedumbre. Teológicamente, este movimiento simboliza que será liberado de la esclavitud como hizo Yahvé con su pueblo. Esta lección será una catequesis de fe para los discípulos, que también necesitan abrir el oído y desatar la lengua para proclamar la Buena Noticia del Reino. Los gestos con los que Jesús cura a este hombre apuntan a la escucha atenta del querer de Dios y al servicio misionero como concreción del Reino. En nuestras comunidades, necesitamos desarrollar un sentido crítico que nos haga menos ingenuos y más audaces en la evangelización.
“Es algo real que se puede captar ya desde ahora. Dios comienza a hacerse sentir. En lo ma´s hondo de la vida se puede percibir ya su presencia salvadora” (J. Pagola).